
Su padre Rafael León expresó al medio digital su miedo a represalias por hablar públicamente sobre el caso. «Usted (no) se imagina la cantidad (de casos) que hay. No es nada más el de nosotros. ¿Cómo hace uno para denunciar si no tienen ninguna validez? Para mí, esto es injusto, que uno tenga que vivir esto, que mi muchacho haya sido detenido injustamente», dijo.
A Yorman lo detuvieron el 29 de julio del año pasado en Naguanagua, estado Carabobo, cuando se dirigía con su primo a una estación de servicio para surtir de gasolina. De acuerdo con el medio, no existían pruebas en su contra, pero lo detuvieron.
Durante su encarcelamiento, pasó por tres centros de reclusión, donde vivió condiciones inhumanas. Inicialmente, lo llevaron al Fuerte Paramacay, en Naguanagua, donde estuvo incomunicado y sin acceso a visitas.
Tras varios días de aislamiento, lo trasladaron al centro de detención preventiva de la Policía Nacional Bolivariana en Los Guayos. En ese lugar, indicó Tal Cual, sus familiares mantenían la esperanza de que su situación mejoraría porque no había pruebas de su culpabilidad. Sin embargo, las condiciones de reclusión empeoraron.
La dura detención en Tocorón
En octubre, finalmente trasladaron a Yorman a la cárcel de Tocorón, en el estado Aragua, donde vivió las duras condiciones de hacinamiento y la falta de servicios básicos como agua potable y alimentos en mal estado.
Las visitas solo se permitían cada 15 días, lo que dificultaba aún más el contacto con sus allegados. Su salud comenzó a deteriorarse. Durante este tiempo, su padre recordaba lo que su hijo le decía: «Tranquilo que nosotros vamos a salir porque somos inocentes». Pero lo que vivió en ese lugar cambió por completo al joven.
El 4 de enero de 2025, a Yorman lo excarcelaron junto a otros 94 presos políticos debido a la gravedad de su estado de salud. Tal Cual señaló que, al llegar a su casa, el joven presentó fiebre y hematomas en su cuerpo, y que los médicos le diagnosticaron dengue y obstrucción en su estómago, posiblemente debido a los golpes y torturas que sufrió durante su encarcelamiento.
Su estado empeoró hasta su muerte el 4 de febrero.
La tortura psicológica no ha terminado
Aunque varios fueron excarcelados en los últimos meses, muchos siguen viviendo atrapados en un ciclo de miedo constante. La tortura psicológica no termina con su liberación. Han reportado sufrir insomnio, ataques de ansiedad y desconfianza extrema.
Muchos evitan salir de sus hogares y se sienten aterrados al ver a cualquier oficial de policía. Algunos, incluso, presentan problemas cardíacos que no son comunes para su edad.
Una madre de un excarcelado expresó su angustia: «Este amedrentamiento que nos están haciendo, este daño psicológico que nos están haciendo, es lo peor que le pueden hacer a un pueblo con ansias de libertad. Eso es terrorismo».
El contexto de las detenciones se dio en un momento en el que, a diferencia de otras manifestaciones, los protestantes eran principalmente jóvenes de barrios populares, muchos de los cuales eran hijos y nietos de los que alguna vez votaron por Hugo Chávez.
Según Oscar Murillo, director de la ONG Provea, estos jóvenes no se identificaban con la oposición, sino que salieron a las calles para expresar su rechazo al fraude electoral en las elecciones presidenciales del 28 de julio.
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