La guerra en Gaza se convirtió en uno de los asuntos más relevantes de la rueda de prensa conjunta entre Pedro Sánchez y Luiz Inácio Lula da Silva en un viaje del presidente español con un claro contenido económico, pensado para apoyar a las empresas españolas en su intento de expandirse en Brasil y acceder a una parte del enorme pastel de hasta 300.000 millones de euros en inversiones públicas que quiere desplegar el Gobierno del líder del Partido de los Trabajadores. Sánchez tiene la posición más clara entre los europeos de exigencia de alto el fuego en Gaza, algo que le ha provocado problemas diplomáticos con Israel. Y Lula va aún más lejos, habla abiertamente de “genocidio” —una palabra que el español evitó pese a ser preguntado expresamente— y clama contra Israel y contra el Consejo de Seguridad de la ONU que no está logrando tampoco frenar la guerra.
“Israel tiene derecho a defenderse pero respetando el derecho internacional. Después de 30.000 muertes, y tras ver una situación en la Franja de Gaza que tardará décadas en recuperarse, hay dudas más que razonables de que Israel esté cumpliendo con el derecho internacional humanitario. Planteamos una conferencia de paz, el fin urgente de la violencia en Gaza, y el reconocimiento de los dos Estados, Israel por parte de los países árabes y Palestina por parte del mundo occidental”, señaló Sánchez en el palacio de Planalto, sede de la presidencia brasileña.
“Necesitamos ya un alto el fuego humanitario. No debemos ser algoritmos, debemos ser seres humanos. Lo que esta ocurriendo es un genocidio que ha matado a 30.000 personas, 8.000 de ellos niños. El consejo de la ONU tiene que parar esta guerra. Más de 30 toneladas de alimentos no pueden llegar. Si esto no es un acto inhumano ¿qué es? Hay una brutalidad tan grande, todos están horrorizados, pocas veces se vio algo como aquello. Brasil condenó el acto terrorista de Hamás pero no podemos dejar de condenar la actuación del Gobierno de Israel. Estamos viendo a niños de 6 o 7 años pidiendo morir porque no quieren ser amputados sin anestesia. Eso toca nuestros corazones. Brasil está luchando por esto, para que se declare un alto el fuego”, remató Lula.
Elecciones en Venezuela
Ambos presidentes también mostraron una cierta cercanía en el asunto de Venezuela, y los dos se mostraron muy satisfechos de que al fin Nicolás Maduro haya puesto una fecha para las elecciones. Aunque Sánchez fue más cauto y se limitó a confiar en que las elecciones sean realmente democráticas, mientras Lula se mostró más cercano a Maduro. “Desde España hemos venido defendiendo hace muchos años las elecciones en Venezuela. Celebramos que se convoquen y vamos a contribuir a que se celebren con las garantías democráticas que merece y necesita el pueblo venezolano”, resumió Sánchez.
“Ojalá estas elecciones sean lo más democráticas posibles. Maduro me dijo que va a convocar a observadores de todo el mundo. Esperaré a ver si son democráticas. Y solo digo que cuando a mí en 2018 no me dejaron presentarme [fue encarcelado] yo no lloré, busqué otro candidato. En Brasil un presidente que perdió las elecciones sigue diciendo que hubo fraude, sigue planteando dudas. Venezuela necesita unas elecciones democráticas, y Maduro también. Pero necesitamos la presunción de inocencia. No todos los candidatos aceptan la derrota, yo tres veces perdí y acepté los resultados tranquilamente, me fui a mi casa, a prepararme, perdí otra vez. Venezuela necesita elecciones democráticas para poder recuperar el espacio de foros internacionales y ver el fin del bloqueo norteamericano a Venezuela, ojalá también a Cuba”, insistió Lula, lo que llevó a Sánchez a contestarle que “en España también hay miembros de la oposición que ponen en cuestión el resultado electoral”.
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La estrategia de Lula en Venezuela consiste en ejercer de facilitador, sin subidas de tono ni estridencias, para que el Gobierno chavista y la oposición encuentren su propia solución. Maduro, que la semana pasada le prometió a Lula en un encuentro bilateral, que convocaría elecciones en el segundo semestre, acaba de poner fecha. Los venezolanos están convocados a las urnas el 28 de julio, cumpleaños del fallecido Hugo Chávez.
Acuerdo Mercosur-UE
El acuerdo de la UE con Mercosur también ha tenido mucha presencia en la visita. Hubo un momento en diciembre pasado en el que estuvo casi listo. Quedaban solo unos flecos, el anuncio y la firma. El argentino Alberto Fernández era reacio a rubricarlo porque estaba de salida, pero no cabía duda de que su sucesor, el ultraliberal Javier Milei, lo respaldaría. Pero la estocada definitiva llegó a fin de año, cuando brotaron las protestas de los agricultores en Francia y el Gobierno de Macron dio el pacto por muerto y enterrado. Sin embargo, tanto Lula como Sánchez han defendido con vehemencia que el acuerdo está vivo y listo para ser firmado. “No hemos retrocedido, al revés, nunca avanzamos tanto como ahora. Estamos listos para cerrar el acuerdo con la UE. Sucede que Francia hace tiempo plantea problemas con sus agricultores. Pero la UE puede cerrar el acuerdo sin Francia. Lo tendrá que aceptar. Lamento que no lo cerráramos cuando Sánchez presidia la UE y yo Mercosur. Sin embargo, la UE necesita ese acuerdo, el Mercosur también”, clamó Lula. “Tenemos el deber de cerrar el acuerdo con el Mercosur. Al Mercosur le vendría bien y a la UE le vendría de cine. Nosotros no somos el problema, creo que sería un cambio en la geopolítica global. Esperamos poder llegar aun acuerdo pronto”, le apoyó Lula.
Con las elecciones europeas a la vuelta dela esquina, en plena carrera por la reelección o sucesión de la presidenta Ursula Von der Leyen al frente de la comisión y la protesta de los tractores aún viva, nadie entre los 27 quiere tocar el asunto. Quizá se abra una nueva oportunidad en unos meses para rematar definitivamente un pacto gestado durante dos décadas y pactado hace cinco años.
Pero mientras la UE incluye salvaguardas medioambientales, amenaza con sanciones y resuelve sus urgencias internas, el comercio de Brasil —el mayor de los países del Mercosur— con China y el resto de Asia va viento en popa. Basta mirar la balanza comercial brasileños. El gigante asiático sustituyó a EEUU como el primer socio comercial de Brasil en 2009. Desde entonces el comercio bilateral se ha cuadruplicado. Y las exportaciones brasileñas a China el año pasado fueron casi tanto como la suma de lo vendido a EEUU, la Unión Europea y a Mercosur. Y eso sin contar con otros mercados potentes como Indonesia, Tailandia o Vietnam.
Casi siete años han pasado desde la última visita de un presidente español a Brasil, la de Mariano Rajoy meses después de la destitución de Dilma Rousseff, que sacó al Partido de los Trabajadores del poder. Y eso que España es el segundo mayor inversor en Brasil, sobre todo en los sectores de energía, bancos, telecomunicaciones y seguros. Con unos 3.300 millones de inversión anual, se estima que lo invertido suma 59.000 millones de dólares.
Los dos asuntos españoles que más repercusión han tenido en Brasil en los últimos años han sido los insultos racistas al futbolista Vinicius JR, que se convirtieron en una afronta nacional que movilizó al presidente Lula y a varios de sus ministros. Todo el caso Dani Alves, desde su detención gracias a un protocolo frente a los abusos sexuales en los bares que Brasil ha importado hasta la reciente condena por violación, ha tenido una enorme cobertura mediática. Además, Lula acaba de presentar un proyecto de ley para regular el trabajo de los conductores de aplicativos cuya gestación se inspiró en la ley rider española y en las negociaciones tripartitas entre Gobierno, empresas y sindicatos. El presidente brasileño explicó en rueda de prensa que España es una inspiración para Brasil por sus reformas laborales y abrió la puerta a la ampliación de la presencia de las empresas españolas después de recordar que algunas de ellas, como Telefónica o el Banco Santander, tienen en este gigante económico uno de sus mayores y más rentables mercados de todo el mundo. Lula, representante de la izquierda clásica latinoamericana, siempre ha apostado por el pragmatismo y por abrir las puertas a la inversión extranjera y generar un ambiente a favor de los negocios. Brasil está creciendo y a Lula le gusta recordar, como hizo en la rueda de prensa, que si hace 15 años debía dinero al FMI, ahora es el fondo el que es deudor de Brasil porque le prestó dinero en lo peor de la crisis financiera.
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