La Amazonia es tan valiosa para la salud planetaria como complejos son sus problemas. Pero, para muchos de los que no la conocen de cerca, es un santuario a no tocar o un escenario de aventuras formidables. Invitados por el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, los ocho países que albergan la mayor selva tropical del mundo, los que lidian con sus infinitos problemas cotidianos, han debatido este martes en una ciudad amazónica, Belém, sobre cómo preservar el ecosistema, combatir la deforestación y generar riqueza por medios lícitos para los 50 millones de personas que viven bajo las copas de los árboles milenarios de los que tanto se habla en las cumbres climáticas. Porque ahora mismo, las actividades ilegales que están destruyendo la selva resultan mucho más lucrativas. Los países amazónicos han pedido al mundo rico que cumpla sus compromisos y les ayude a financiar los pasos necesarios para lograr un desarrollo que combine preservación y prosperidad en este ecosistema crucial para frenar el calentamiento global.
Seis millones de kilómetros cuadrados tiene la Amazonia, 1,5 veces la extensión de la Unión Europea. Al resto del mundo le afecta lo que aquí ocurra porque alberga el 20% de las reservas de agua dulce del planeta y una biodiversidad excepcional. Pero también es una especie de lejano oeste con la población de España, escasa presencia del poder público, extremadamente pobre y carcomido por la deforestación, el narcotráfico, el contrabando, la minería o la pesca ilegal.
La de Belém es la primera reunión que la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica celebra en 14 años. la cita ha reunido a los presidentes de Brasil, Bolivia, Colombia y Perú junto a represetantes de menor nivel del resto —Ecuador, Guyana, Surinam y Venezuela—. La ausencia de Nicolás Maduro, anunciada de víspera con el argumento de una otitis, supone un revés para Lula, que ha hecho grandes esfuerzos para sacarlo del ostracismo diplomático. Para la peruana Dina Boluarte ha sido, en cambio, su primer viaje al extranjero desde que asumió el poder tras un fallido intento de golpe.
Aunque los países amazónicos se han comprometido a estrechar relaciones para forjar un bloque para las cada vez más cruciales negociaciones climáticas, la cumbre se ha quedado corta en resultados concretos: Lula no ha logrado que todos se sumaran al compromiso ya adoptado por Brasil y Colombia de reducir la deforestación a cero para 2030, una meta ambiciosa. Los resultados preliminares indican que la tala ilegal ha caído notablemente en Brasil desde que Lula gobierna pero habrá que esperar a fin de año para saber si los satélites más precisos confirman esas cifras.
Lula ha chocado con uno de sus principales invitados, su homólogo Gustavo Petro, sobre los combustibles fósiles. El colombiano quiere prohibir por ley la explotación petrolífera en la Amazonia mientras el brasileño mantiene una postura ambigua y se refugia en la necesidad de emprender una transición más tranquila. Petro se lo ha afeado en público con un golpe contundente: “[Los Gobiernos de] derecha tienen una escapatoria fácil, que es el negacionismo. Niegan la ciencia. Para los progresistas es muy difícil. Entonces genera otro tipo de negacionismo: hablar de transiciones”, ha dicho el mandatario que cumple un año en el cargo y está en medio de un huracán político por las revelaciones sobre la financiación de su campaña presidencial y los manejos de su hijo Nicolás.
La declaración final de Belém, que ocupa unas 20 paginas, no incluye ningún compromiso ni referencia a los combustibles fósiles. Es un asunto sensible para Lula porque la petrolera estatal ya extrae petróleo en la selva y tiene ambiciosos proyectos en otros puntos de la región.
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El texto pactado por los ocho países sí que recalca el compromiso de trabajar juntos para que Amazonia no alcance el punto de no retorno, es decir, el momento en que en vez de absorber emisiones nocivas para el medio ambiente las genere. Y la declaración también incluye una alusión, aunque sin mencionarlo explícitamente, al acuerdo comercial entre la Unión Europea y Mercosur, que la UE esperaba rematar con el regreso de Lula a la presidencia pero que está atascado por las exigencias medioambientales planteadas por los europeos al texto pactado hace ya cuatro años. Los países de la Amazonia condenan “la proliferación de medidas comerciales unilaterales que, con base en requisitos y regulaciones ambientales, suponen barreras comerciales que afectan principalmente a los pequeños productores de países en desarrollo (…) y los esfuerzos para erradicar la pobreza y aliviar el hambre”.
El encuentro de países amazónicos continúa el miércoles con la incorporación de los principales países donantes de proyectos de desarrollo sostenible en Amazonia, Noruega y Alemania. También se sumarán al debate en Belém representantes de los países que acogen las otras grandes selvas tropicales del planeta, Indonesia, Congo y la República Democrática de Congo, con la vista puesta en actuar de manera coordinada en los foros internacionales, donde a ojos de Lula les plantean muchas exigencias de preservación sinn recibir a cambio ayuda para emprender un desarrollo sostenible, crear alternativas a la lucrativa explotación ilegal y sacar de la pobreza a los habitantes de estos valiosos ecosistemas.
Reflejo de las contradicciones y complejidades de la Amazonia, Belém es la capital de Pará, el Estado brasileño con los peores índices de deforestación, un territorio con 27 millones de cabezas de ganado, tres veces más que habitantes, responsables de que sea campeón en emisiones de gases nocivos. Está previsto que la ciudad acoja la gran cumbre climática de la ONU en 2025, la llamada COP 30. La cita actual es el ensayo. El sueño de Lula es que dentro de dos años el mundo conozca la Amazonia con todos sus matices y colabore para preservarla.
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