En una decisión de consecuencias impredecibles, el ejército israelí ha intentado este viernes asesinar al máximo líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, con el lanzamiento de bombas de hasta una tonelada sobre seis edificios residenciales. Al menos dos personas han muerto y 76 han resultado heridas, de acuerdo al primer balance proporcionado por el Ministerio de Sanidad libanés mientras las primeras víctimas llegan a los hospitales, los equipos de rescate buscan supervivientes entre los escombros y los bomberos intentan apagar los incendios provocados por las explosiones. Dahiye, el feudo de Hezbolá al sur de Beirut, es una zona densamente poblada, por lo que el balance final de víctimas será previsiblemente enorme. La milicia libanesa no se ha pronunciado sobre el estado de Nasralá, limitándose a señalar que su número dos, Hashem Safieddine, está vivo. Oficialmente, Israel también guarda silencio, pero sus medios dan cuenta de la estimación de los servicios de inteligencia: Nasralá está muerto. El ejército ha anunciado además que bombardeará “en las próximas horas capacidades estratégicas” de Hezbolá bajo tres edificios de la zona y ha ordenado a la población abandonar de inmediato las proximidades. Media hora más tarde, ha iniciado los ataques.

En torno a las 18.00 hora local (17.00 hora peninsular española), justo después del beligerante discurso del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, aviones F-35 han lanzado al menos ocho proyectiles, que han dejado en escombros seis edificios en Dahiye. Una gran nube de humo se ha elevado sobre los suburbios de la capital y, minutos más tarde, las Fuerzas Armadas de Israel han informado de un ataque contra “la sede principal” de Hezbolá, “situada bajo edificios residenciales en el corazón de Dahiye”.

En una comparecencia posterior, pasada la medianoche, su portavoz, Daniel Hagari, ha calificado el bombardeo de “muy preciso” y ha señalado que siguen “confirmando sus resultados”. También ha ordenado a la población que se aleje “lo antes posible” a medio kilómetro de tres edificios de Dahiye, porque “la fuerza de las explosiones puede provocar el derribo de los edificios”, y ha amenazado con bombardear el aeropuerto civil de Beirut: “No permitiremos que aterricen vuelos con medios de combate”. El ejército mantiene intactas las instrucciones a la población israelí, que suele cambiar cuando teme una represalia inminente de peso.

Las imágenes del lugar bombardeado muestran un gran cráter, así como edificios completamente borrados del mapa o vencidos por la explosión. Según la televisión pública israelí, la aviación ha recurrido a bombas con capacidad de atravesar búnkeres subterráneos. Es el bombardeo más violento en Beirut en un año de enfrentamientos entre Israel y el partido-milicia chií libanés, que ha cobrado otra dimensión desde la semana pasada, con más de 700 muertos en cinco jornadas de ataques masivos y un desplazamiento masivo de población. Es un ritmo diario de cadáveres similar al que sufre Gaza desde octubre de 2023.

La oficina de Netanyahu ha difundido una foto en la que aparece al teléfono desde Nueva York, dando luz verde a la operación. Luego ha anunciado que adelantaba a esta misma noche su regreso a Israel.

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Según la televisión pública israelí, las autoridades del país informaron del bombardeo minutos antes a sus aliados estadounidenses, pero el presidente del país, Joe Biden, lo ha desmentido. “Estados Unidos no ha estado involucrado en esta operación y no ha sido advertido previamente”, ha indicado en la misma línea la portavoz del Pentágono, Sabrina Singh. El Ejército libanés ha instalado, no obstante, un cordón de seguridad en torno a la Embajada del país en la capital. En una rueda de prensa en Nueva York, el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, ha evitado las preguntas sobre el intento de asesinato (“seguimos recopilando información”, ha dicho) y sobre su influencia en el alto el fuego que promueve junto con otros países.

Se trata del quinto bombardeo israelí en Dahiye desde la semana pasada para matar a mandos de Hezbolá. El último, este jueves, Muhammad Hussein Srour, responsable del mando aéreo. Han dejado en total decenas de muertos, entre ellos niños y mujeres.

En las últimas semanas, varios ministros israelíes, como el de Finanzas, Bezalel Smotrich, habían defendido o sugerido el asesinato de Nasralá. Era una opción sobre la mesa desde que comenzó la guerra en Gaza, a raíz del ataque masivo por sorpresa de Hamás, pero siempre se acababa descartando, por sus potenciales consecuencias tanto militares como diplomáticas, según contó en su momento la prensa nacional.

La Embajada en Beirut de Irán, patrón de Hezbolá, ha calificado el intento de asesinato de “peligrosa escalada que cambia las reglas del juego” y recibirá el “castigo oportuno”. El primer ministro libanés, Nayib Mikati, (que intentaba estos días en la ONU sacar adelante la propuesta de alto el fuego durante 21 días que promueven Washington y París) ha interpretado el bombardeo como una prueba de que a Netanyahu “no le importan todos los esfuerzos internacionales ni los llamamientos a un alto el fuego” que tuvo que escuchar en Naciones Unidas. Algunas delegaciones se ausentaron durante su discurso y otras lo abuchearon.

En su intervención en Nueva York, Netanyahu aseguró que no parará hasta derrotar a la milicia libanesa, a la que incluyó en un eje de la “maldición”, liderado por Irán, enfrentado al de “la bendición” (en el que se encuentra Israel), según los llamó en los mapas que ha mostrado desde el estrado. “Un futuro de esperanza frente a un futuro de desesperación […] Mientras Hezbolá opte por la guerra, Israel no se detendrá. Vamos a ganar esta batalla porque no tenemos otra opción, luchamos por nuestra supervivencia”, afirmó.

Ya en julio mató a su entonces número dos, Fuad Shukr, y la pasada semana, al jefe de las fuerzas de élite Radwan, Ibrahim Aqil, en el marco de una ofensiva con todo contra Hezbolá que inició con la detonación a distancia de los miles de buscas y walkie-talkies que había distribuido entre los suyos en las ramas militar, política y civil, y que dejó ciegos y sin apenas dedos a cientos de milicianos.

En este contexto, el ejército israelí lanzó el domingo una oleada masiva de bombardeos que tardó pocas horas en convertirse en la jornada más letal para Líbano desde el final de la guerra civil, en 1990. Ha continuado desde entonces, con menor intensidad y con el objetivo de “preparar el terreno para una posible” incursión terrestre en Líbano, como advirtió este miércoles el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi.



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