Giselle Bonet es una empresaria venezolana radicada en China desde 2013. Sin embargo, su primer encuentro con el país fue en 2002, cuando lo visitó por primera vez.
Le atrajo la idea de la vida en China y la oportunidad de abrir su propia empresa, Pinchili, y logró adaptarse a su nuevo destino con mucha tenacidad. “Los primeros dos años lloré más de lo que había llorado en toda mi vida. Después de sentir mucha tristeza y extrañar tanto a Venezuela, un día decidí cambiar mi perspectiva. En lugar de quejarme, comencé a apreciar las cosas positivas de cada día”.
En China, aprendió que la felicidad no es algo que se obtiene, sino que radica en apreciar lo que ya se tiene. A pesar de que enfrentó pérdidas financieras debido a fabricantes deshonestos, logró salir adelante.
Giselle afirma que esa pérdida fue una lección, ya que ahora es más hábil y sabe hacer negocios de manera más segura para ella y sus colaboradores.
“Mientras te enfrentas a ellos, también te vuelves más hábil”
No todo ha sido fácil para Giselle. Indica que el principal problema o desafío al que se ha enfrentado en China ha sido la comunicación. No poder hablar y que nadie la entendiera era muy difícil, pero ahora ha aprendido lo necesario de mandarín para su día a día.
En cuanto a lo que Venezuela significa para ella, responde que es su raíz, su familia, su infancia y “muchas personas a las que amo que todavía están allí”. Confiesa que extraña las cachapas con queso de mano ya su mamá, con quien habla todos los días a través de videollamadas por WhatsApp.
Respecto a sus planes a corto plazo, comenta que se centrará en seguir haciendo crecer su empresa cada día para ayudar a más personas a comprar en China y tener éxito.
Pinchilli es una empresa exportadora. Con ella, Giselle apoya a quienes deseen exportar productos de China.
Enrique Rondón Nieto con información de migravenezuela.com
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