Con el hambre causando estragos en Gaza tras cinco meses de devastadora campaña militar israelí y ante la previsión de que los niveles catastróficos de desnutrición se disparen en los próximos meses, los límites de Israel al acceso de ayuda humanitaria, crucial para contener la situación, vuelven a estar bajo el punto de mira. En las últimas semanas, pese a un leve aumento del flujo de suministros, la Franja continúa recibiendo menos de la mitad de la cantidad de alimentos que necesita para sus necesidades mínimas. Casi toda la población de Gaza se enfrenta a una crisis de inseguridad alimentaria, según un informe publicado el lunes por la entidad de referencia en la materia, formada por agencias de la ONU y grupos humanitarios.
Más de 870.000 personas se encuentran en grado de emergencia y más de 670.000 en situación catastrófica, un umbral bajo el que 1,1 millones de gazatíes, cerca de la mitad, corren el riesgo de caer hasta julio, según el escenario más probable que prevé el informe de la Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria (conocido como IPC).
La crisis es especialmente severa entre los niños, a pesar de que muchos adultos estén reduciendo su ingesta para cederles la comida. Hay casos como el de Fadi al Zant, un niño de seis años que padece fibrosis quística. Antes de la guerra, tomaba una medicación que su familia ya no puede encontrar y mantenía una dieta equilibrada hoy imposible, según ha contado a la agencia Reuters su madre, Shimaa al Zant. “Su condición empeora. Cada vez está más débil. Va perdiendo la capacidad de hacer cosas”, ha añadido. El menor, con las costillas a la vista, los ojos hundidos y las piernas débiles, permanece ingresado en una cama del hospital de Kamal Adwan, en el norte de Gaza.
El nivel de desnutrición aguda entre los más pequeños casi se duplicó en febrero respecto a enero, y ya la sufren el 31% de los menores de dos años en el norte y el 10% en Rafah, en el sur, adonde llega más ayuda humanitaria, según Unicef. Las autoridades sanitarias locales, por su parte, han informado en las últimas semanas de la muerte de más de 20 niños por desnutrición y deshidratación, la gran mayoría en hospitales del norte, de los que trascienden cada vez más imágenes de menores hambrientos.
El IPC y Unicef señalan que, además de las hostilidades, el rápido aumento de la inseguridad alimentaria en Gaza se debe al acceso extremadamente limitado de la ayuda humanitaria. También que la hambruna solo puede contenerse con un alto el fuego y la intervención sin trabas de las agencias humanitarias. Desde el inicio de la ofensiva militar israelí, el pasado octubre, los suministros de primera necesidad han llegado con cuentagotas. No han podido aumentar significativamente porque continúan chocando con un proceso restringido, lento y confuso impuesto por Israel, y que incluye trabas burocráticas, inspecciones y límites a los puntos de entrada.
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“No creemos que haya inanición en Gaza. No es que no haya dificultades en algunas zonas, pero estamos haciendo todo lo que podemos para facilitar grandes cantidades de ayuda”, ha declarado este martes al diario The Times of Israel un portavoz del COGAT, el organismo del Ministerio de Defensa israelí encargado de coordinar los asuntos civiles en los territorios palestinos ocupados, que asegura que no limita la entrada de ayuda.
El portavoz del Gobierno israelí, Eylon Levy, señaló el lunes en la red social X que las previsiones del informe del IPC están desfasadas porque no incluyen las “iniciativas humanitarias” impulsadas en la última semana, incluidas las del norte. Sin embargo, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU calcula que se necesitan cada día al menos 300 camiones con comida para atender las necesidades básicas de la población. Durante la primera mitad de marzo han entrado de media 159 camiones al día, de los que solo 111 transportan únicamente comida y apenas otros 10 una carga mixta. Es un 40% de la cantidad mínima requerida, según datos de la ONU. Antes de la ofensiva israelí entraban de media 500 camiones cada día laborable, incluidos los de combustible.
Los suministros humanitarios acceden a la Franja casi exclusivamente por dos pasos fronterizos situados en el sur, principalmente el de Kerem Shalom, con Israel, y en menor medida el de Rafah, con Egipto. Para que la ayuda llegue al norte de Gaza se necesitan aprobaciones diarias de las autoridades israelíes, que suelen traducirse en largas esperas en un puesto de control en medio de la Franja, donde los convoyes ―que a menudo no reciben el visto bueno― se exponen a saqueos. El Programa Mundial de Alimentos solo ha logrado enviar nueve convoyes al norte en lo que va de año.
La entrada no es el único reto. También la distribución. El portavoz del COGAT, Shimon Freedman, subraya a este periódico que la protección de los convoyes con ayuda humanitaria es responsabilidad de la agencia que los organiza y el ejército no la garantiza. La policía del Gobierno de Hamás intenta preservar el control de la distribución, convertida por la invasión en un ejercicio caótico en el que las multitudes hambrientas o las mafias que buscan revender la ayuda en el mercado negro asaltan los camiones. Pero, por lo general, evita salir a la luz a acompañar los convoyes porque expone a los agentes a bombardeos del ejército israelí. “La policía de Hamás es Hamás”, resume Freedman. Precisamente, este martes, un bombardeo aéreo israelí mató a Abu al Nur al Bayumi, el jefe de la policía del campamento de refugiados de Nuseirat, en el centro de Gaza, junto con otras cuatro personas que iban en el mismo vehículo.
En este contexto, Israel ha puesto en contacto a las agencias con “contratistas particulares” para que protejan los convoyes, explica el portavoz del COGAT. La semana pasada, una página web vinculada a Hamás advirtió a los gazatíes de que no cooperen con Israel en la protección de los convoyes, y medios en árabe informaron de que la milicia islamista asesinó al líder de un poderoso clan familiar con el que ha tenido enfrentamientos en el pasado, los Dogmush. El plan de Israel para el día después de la guerra consiste en convencer a clanes familiares para administrarlo. El ministro de Exteriores, Israel Katz, aseguró este martes en una entrevista televisiva que el plan irá saliendo adelante con el avance de la invasión. “Cuanto más debilitado esté Hamás, más alternativas surgirán”, declaró.
Otros clanes, grupos de la sociedad civil y facciones armadas palestinas han comenzado a proveer seguridad a los convoyes, según fuentes oficiales palestinas y de Hamás citadas por la agencia Reuters. “El plan de Israel de encontrar clanes dispuestos a colaborar con sus proyectos piloto de crear una alternativa a Hamás no ha tenido éxito, ha mostrado que las facciones de la resistencia palestina son las únicas que pueden tomar las riendas, de uno u otro modo”, señaló una de las fuentes oficiales.
El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, alertó el martes de que el alcance de las restricciones de Israel a la entrada de ayuda en Gaza y la dirección de las hostilidades pueden equivaler al uso de la inanición como arma de guerra. Eso constituiría un crimen de guerra. El fiscal del Tribunal Penal Internacional, Karim Khan, ha advertido anteriormente de que impedir su entrega puede suponer un delito y ha subrayado que Israel debe garantizar que los gazatíes reciban alimentos, agua y suministros médicos. Asimismo, el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU, que estudia la demanda de Sudáfrica contra Israel por presunto genocidio, instó al país en enero a permitir un flujo de ayuda adecuado.
Ante la alarma que está generando la incipiente hambruna en Gaza, Estados Unidos y la Unión Europea, de la mano de varios países de la región, han impulsado en las últimas semanas alternativas para proporcionar ayuda a la Franja por aire y por mar. Las medidas han sido criticadas por sus grandes limitaciones con respecto a la magnitud de la crisis y por desviar el foco respecto a las responsabilidades de Israel. Los aviones militares que llevan suministros pueden transportar unas 10 veces menos que un solo camión y el primer envío a través del corredor marítimo con Chipre entregó 200 toneladas de comida, que equivalen a entre 10 y 15 camiones, según estimaciones de la ONU. El envío de ayuda por aire y por mar también comporta importantes desafíos logísticos y de distribución, y es mucho más caro. A finales de febrero, el portavoz del secretario general de la ONU, Stéphane Dujarric, apuntó que en Egipto hay 1.000 camiones con 15.000 toneladas de alimentos que siguen esperando la aprobación israelí para poder entrar en Gaza.
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