l pasado lunes, 25 de marzo, nuestra ciudad conmemoró 469 años de su fundación. Aunque algunas voces cuestionan esta afirmación, es prudente mantener esta fecha y celebrarla, como señaló el respetado y querido profesor Luiggi Frassato.
Apoyado en que ese día se celebra la festividad de Nuestra Señora de la Anunciación y, “Nuestra Señora de la Anunciación de la Nueva Valencia del Rey”, fue el segundo nombre que recibió nuestra amada Valencia, todavía en época colonial, un aspecto relevante en la historia de nuestra ciudad.
La Valencia de ayer y de antier, acostumbraba hablar en la calle, se sentaban a contar historias de fantasmas, a la hora del sol de los araguatos, es decir, cuando su luz comenzaba a declinar.
Por un día, fue la primera ciudad en Venezuela y en Latinoamérica, en tener luz eléctrica en las calles. Es recordado el hecho de que Hermógenes López, carabobeño, oriundo de Naguanagua, en los diez meses que fue Presidente de la República, tenía como Ministro de Relaciones Interiores al valenciano Francisco González Guinán y, cuando una compañía norteamericana les propuso alumbrar Venezuela con luz eléctrica aceptaron, pero el presidente “pidió una comisión”. Esto extrañó muchísimo a González Guinán, que conocía la honestidad del presidente. Pero resultó que, la “comisión” era, que la primera ciudad en recibir electricidad fuera Valencia, ya que ambos eran carabobeños.
Y así lo hicieron. Fue en 1888, cuando todavía López era presidente. Las máquinas y el cableado llegaron por Puerto Cabello y se hicieron las instalaciones, pero Valencia sólo se alumbró un día. Al día siguiente hubo problemas, no sé de qué tipo y todo se detuvo.
En ese interín, en Maracaibo, empresario Venezolano Jaime Felipe Carrillo, que había conocido la luz eléctrica en Nueva York, habló con Thomas Alva Edison, su inventor y llevó la propuesta al gobierno regional de Maracaibo, propuesta aceptada y, de esta manera, el 24 de octubre de 1888, centenario del nacimiento del prócer Rafael Urdaneta, se iluminaron con arcos voltaicos, la Plaza Bolívar de Maracaibo y el Boulevard Baralt.
Por esta razón, los marabinos aseveran que su ciudad fue la primera en alumbrarse. Pero en realidad, fue Valencia, aunque haya sido solo un día.
Valencia siempre fue una ciudad de costumbres. En diciembre, las parrandas del Central, visitaban las casas, cantando e improvisando versos relativos al momento. Y en Semana Santa, las Iglesias más importantes, hacían las procesiones de rigor. Y había familias responsables de los pasos.
En 1955, cuando nuestra ciudad cumplió 400 años, se celebró por lo grande. Cuando faltaban cinco años, el 15 de marzo de 1950, el gobernador de Carabobo, Ramón Ruiz Miranda, citó a las fuerzas vivas del estado para constituir una sociedad que se encargara de festejar esos 400 años.
Ahí nace la Sociedad Amigos de Valencia que, como vemos, no murió con el festejo, sino que se ha mantenido por setenta y cuatro años, velando por el bienestar de la ciudad. Hoy en día, me honro en ser la presidente electa de esta hermosa sociedad, pero, durante los meses de mi ausencia, he sido sustituida por los vicepresidentes, Cora Páez de Topel y Juan Carlos León Berástegui y ha sido notoria la actividad de Amigos de Valencia, gracias también a los demás miembros de la junta directiva, Daniela Bolaños, padre Antonio Arocha, Fabián Díaz Carabaño, Tulio Hidalgo, Charito Rojas, Héctor “Toby” Correa, Sol Santanielo, Eduardo Monzón, Hilda Fe Medina y el cronista Francisco Cariello Gubaira.
Durante la conmemoración de 1955, Valencia celebró por todo lo alto. En el Teatro Municipal, la Orquesta Sinfónica Venezuela ofreció un concierto dirigido por el maestro Pedro Antonio Ríos Reyna. El presidente del Concejo Municipal, Don Teodoro Gubaira, extendió una invitación al poeta José Rafael Pocaterra, quien residía en Canadá y era crítico opositor del régimen dictatorial de Pérez Jiménez, que gobernaba en aquel momento, para que fuera el Orador de Orden en el acto central de los actos conmemorativos por el Cuatricentenario de Valencia.
A pesar de su precario estado de salud, Pocaterra aceptó la invitación. Lamentablemente, falleció quince días después de su regreso, y Don Teodoro fue destituido de su cargo. Esta decisión resultó desafortunada, ya que muchas obras en la Valencia contemporánea datan de esa época, gracias a las iniciativas de Don Teodoro. Entre ellas se encuentran la “Autopista del Este”, entonces conocida como la autopista “Circunvalación del Este”, el “Gimnasio y Velódromo de Valencia”, posteriormente renombrado en su honor como “Gimnasio Cubierto Teodoro Gubaira”, sede del equipo de baloncesto de Carabobo.
Además, inauguró el estadio de béisbol Cuatricentenario “José Bernardo Pérez” y el Paseo Cuatricentenario. Pero esas cosas suceden, hay gente que cree que vale más la política que el buen proceder. Gracias a Dios, el tiempo no les da la razón.
Ahora Valencia, la que era “ciudad industrial de Venezuela”, va luchando día a día por un mejor vivir y sabemos que lo logrará, como toda Venezuela.
Por lo pronto, felicito a Valencia por sus 469 años, recordando el último párrafo del libro de Cora Páez Capriles de Topel y Tulio Hidalgo Vitale, “Relectura de Valencia, una bitácora de papel”: La valencianidad está obligada a defender su ciudad, para continuar siendo protagonista de su propio destino.
anamariacorrea@gmail.com
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