La historia demuestra que, en épocas de crisis, el ser humano es capaz de aprender rápidamente a pensar y hacer las cosas de formas nuevas y mejores. Este es uno de esos momentos. El mundo se enfrenta a una crisis existencial debido al cambio climático, y debemos aprender a proteger, restaurar y gestionar los ecosistemas naturales de una manera sostenible. La forma en que nos adaptamos al calentamiento global es una parte clave de la agenda de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Sharm El-Sheij o COP27, que ahora mismo domina el debate mundial.
A medida que se cierra la ventana de oportunidades para mantener la temperatura global por debajo de 1,5 °C, las estrategias de adaptación han tendido a centrarse en soluciones tecnológicas en lugar de aquellas que la naturaleza puede proporcionar. Los bosques y los árboles, por ejemplo, son ampliamente reconocidos por su potencial para mitigar los efectos del cambio climático. Su capacidad de almacenamiento de carbono los convierte en vitales para lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 13, enfocado en la acción por el clima.
Pero los bosques hacen mucho más que eso: son tan cruciales para garantizar los suministro de aguas como para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero. Además, regulan las precipitaciones, estabilizan los climas locales y protegen las tierras costeras de la erosión. También proporcionan alimentos, combustible, madera y forraje para los animales, y reducen los riesgos e impactos del clima extremo en las comunidades locales.
Los árboles son cruciales para garantizar los suministro de aguas y reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero.
La presencia cada vez más amplia de zonas forestales puede proporcionar un sistema de apoyo vital para millones de personas en todo el mundo. Esa función será cada vez más importante, a medida que las temperaturas aumenten y el clima se vuelva más inestable.
Es hora de invertir en los bosques y los árboles, así como en los pueblos indígenas y las comunidades locales que los gestionan. Esta debería ser una estrategia para adaptarnos a los efectos del incremento de temperaturas y hacer frente al aumento en los riesgos y la imprevisibilidad.
Se debe priorizar la protección, la restauración y la gestión sostenible de los bosques, y deben financiarse como una parte esencial de las políticas nacionales de adaptación y resiliencia. Parte de esto centrarse en una estrategia que ayude a la propia vegetación a adaptarse a los riesgos crecientes que enfrentan por el cambio climático, como los incendios forestales, las plagas, brotes de enfermedades y sequías.
Debemos trabajar con las comunidades locales para desarrollar formas innovadoras de gestionar los bosques y los árboles en previsión de estos riesgos. Si se invierte en el cuidado y conservación de la vegetación de esta manera, se podrían reducir los riesgos vinculados al clima y los impactos negativos sobre la vida humana. Esto también preservaría de la vegetación para seguir actuando como sumideros de carbono.
Promover la adaptación de la vegetación ha sido un trabajo desarrollado por varios expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Centro de Investigación Forestal Internacional – Centro Mundial de Agrosilvicultura (CIFOR-ICRAF). Ellos han elaborado diez principios para orientar a los responsables de la toma de decisiones sobre el uso de los bosques y los árboles. Uno de estos principios se centra en la integración de políticas, o en vincular la gestión de las áreas verdes con otras políticas que abordan los riesgos relacionados con el clima.
Debemos trabajar con las comunidades locales para desarrollar formas innovadoras de gestionar los bosques y los árboles
En el informe, esto se ilustra a través del caso de Colombia —país donde la mitad de los bosques se encuentran en territorios indígenas— que promueve la silvicultura comunitaria como una forma de cumplir con las metas de adaptación y mitigación. Los fondos vinculados al éxito de este país en la reducción de la deforestación se emplean para fortalecer las organizaciones forestales comunitarias, ayudarlas a acceder a los mercados para sus productos y mejorar la supervisión local de los bosques.
Los pueblos indígenas y las comunidades locales tienen el conocimiento y la experiencia para convertirse en los agentes de cambio que ayudarán a la humanidad a prosperar frente a la adversidad extraordinaria. Queda claro que, con el apoyo adecuado, las empresas forestales comunitarias pueden progresar, los paisajes degradados se pueden restaurar y se pueden proteger los bosques. Estas estrategias de adaptación dirigidas localmente son esenciales para apoyar los medios de vida y la existencia de vegetaciones resilientes en un mundo cambiante.
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