El canibalismo, aunque un tema tabú, ha sido una táctica de supervivencia en situaciones extremas, como lo demuestra el famoso accidente aéreo de 1972 en los Andes, donde los sobrevivientes recurrieron a comer carne humana para sobrevivir. Esta práctica, aunque perturbadora, ha jugado un papel constante en la evolución del comportamiento humano, más allá de las situaciones de supervivencia.
Con 650 músculos y 206 huesos en un adulto, las opciones en el “menú” son variadas. Algunas partes podrían ser ricas en nutrientes, mientras que otras no tanto. Un estudio publicado en Scientific Reports en 2017 analiza el valor nutricional y calórico de las partes del cuerpo humano.
A lo largo de la historia, varias culturas han practicado el canibalismo. Por ejemplo, se cree que el pozole originalmente se preparaba con carne humana en ciertas culturas mesoamericanas. Otros ejemplos incluyen prácticas rituales en Papúa Nueva Guinea y entre algunas tribus africanas.
Este campo de estudio, aunque insólito, es crucial para arqueólogos o antropólogos que estudian neandertales, grupos nativos en Papúa Nueva Guinea o comunidades homínidas que han practicado el canibalismo durante los últimos 800,000 años.
“El canibalismo es uno de los comportamientos más complejos en la sociedad humana moderna”, afirma James Cole, arqueólogo de la Universidad de Brighton en Inglaterra, quien lideró el estudio. “Tiene diversas connotaciones y motivaciones dentro de nuestra propia especie”.
Cole destaca que el canibalismo se divide en nutricional o ritualístico. Si uno se viera en la necesidad de adoptar una dieta caníbal, debería comenzar con los depósitos de grasa, seguido por el esqueleto, los músculos del muslo o la piel, dada su alta concentración calórica.
Si estás considerando una dieta “Paleo” con un toque humano, deberías empezar por los depósitos de grasa, que en promedio contienen el mayor valor nutricional (aproximadamente 50,000 calorías). Estos depósitos se localizan en todo el cuerpo, así que si buscas eficiencia, elige el esqueleto (25,000 calorías), los músculos del muslo (13,000 calorías) o la piel (10,000 calorías).
Cole comparó los valores calóricos de los humanos con los de animales prehistóricos encontrados en las mismas capas arqueológicas que los restos de homínidos tempranos. Sus cálculos sugieren que el canibalismo no era siempre por razones nutricionales.
“Los animales producen mucho más. Un caballo casi 200,000 calorías. Un bisonte casi un millón”, explica Cole. “Eso indica que probablemente no estaban desesperados por comida y que el canibalismo era más bien un último recurso”.
Sin embargo, el canibalismo no solo es un tema ético sino también sanitario. La enfermedad priónica es un riesgo asociado al consumo de carne humana. Las enfermedades priónicas son trastornos degenerativos del cerebro, causados por proteínas mal plegadas, conocidas como priones, que pueden transmitirse a través del canibalismo. La enfermedad de Kuru, encontrada en Papúa Nueva Guinea, es un ejemplo de ello, relacionada con el canibalismo ritual.
Un estudio de 2003 sugiere que el canibalismo prehistórico pudo haber impulsado la resistencia genética a enfermedades priónicas en ciertas poblaciones. Sin embargo, las implicaciones éticas y los riesgos sanitarios hacen que esta práctica sea inaceptable en la sociedad moderna. Como dice Cole, el canibalismo es un tema complejo y lleno de matices, tanto en el pasado como en el presente.
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