Al noreste de la ciudad de Valencia, la capital de Carabobo, se encuentran los Parques Fernando Peñalver y Negra Hipólita. Son dos kilómetros de bosque en medio de la ciudad, justo a los márgenes del río Cabriales, entre avenidas y la Autopista Regional del Centro. Un estudio que realizó durante siete años el biólogo y ornitólogo Luis Cornejo determinó que había más de 90 especies de aves en un inventario que, de haberse continuado, tendría un número mayor.
Se trata de uno de los espacios de la ciudad más importantes para la observación de aves. “Pero ahí confluyen dos quebradas que vienen desde el Parque Municipal Casupo. Son las quebradas Camoruco y El Añil, que tienen sus propios corredores y líneas de vegetación que facilitan el movimiento, y se suman otras dos quebradas que vienen del cerro El Trigal”, detalló Cornejo.
Es un núcleo donde las aves se mueven, descansan y se reproducen. Todo en un espacio tan pequeño dentro de la ciudad con una diversidad tan grande que ha aprendido a coexistir con las personas. Pueden verse muy cerca, lo que no es habitual en un parque tan grande, porque se diluyen en el paisaje.
“Ahí están concentradas y tienen una oferta de alimentos interesante, vinculada al río, que garantiza esa dinámica a lo largo de todo el año”.
El Casupo, un refugio de aves
Con una extensión de 693 hectáreas y una ruta común que suelen realizar los habitantes de Valencia de casi nueve kilómetros, el Parque Municipal Casupo es otro de los grandes lugares en los que Carabobo es refugio de aves.
La biólogo Aura Jiménez, quien en conjunto con varias organizaciones ha realizado un trabajo de recopilación de datos en el lugar, detalló que hay alrededor de 127 especies de aves.
Esta es una información que es pública en Merlin Bird ID y en eBird, donde las personas registran los pájaros observados. “Eso se va acumulando y, a partir de ahí, podemos saber qué aves y cuántas hay”.
Entre las más comunes y fáciles de ver en el Casupo están los azulejos, la paraulata ojo de candil, la guacharaca, y a orillas del río están las cotaras y los conotos.
San Diego lleno de aves
De las 563 aves registradas en Merlin Bird ID, vistas en Carabobo, el equipo que coordina Héctor Sánchez ha observado alrededor de 414. Y de ese número, alrededor de 200 las han reportado desde el municipio San Diego. La localidad tiene varios espacios donde se pueden ver las aves y escuchar con facilidad, como en las Filas de Montemayor, La Cumaca, y el Jardín Botánico.
Las más visibles son el cucarachero común, la guacharaca, el loro guaro y el real, y los azulejos. “Además, hay una especie, la garciola real, que en el estado solo se ha visto en dos lugares: en Campo Carabobo, al suroeste de la región, y en un sendero de San Diego, cerca de la urbanización El Remanso. “Eso lo sabemos porque en eBird así está registrado”.
Carabobo es refugio de aves migratorias
Con una extensión de 100 metros, aproximadamente, hay un sendero en el municipio Naguanagua, al norte de Carabobo, con el río Cabriales de vecino, que es un refugio de diferentes tipos de aves.
Se trata de un espacio recuperado por la Fundación Reusamás, que dirige el biólogo y ornitólogo Luis Cornejo. Desde allí se hace un trabajo de interpretación ambiental y avistamiento de diferentes especies de aves.
En ese sendero han registrado dos aves migratorias, la candelita y la reinita de charco, insectívoras muy pequeñas. “Al verlas no te imaginas cómo pueden hacer un viaje tan largo”.
Ellas vienen de Norteamérica, huyendo del frío del invierno. En septiembre suele darse ese viaje y permanecen en Venezuela hasta marzo, cuando ya las condiciones climáticas en su sitio de origen les permiten regresar.
“Decimos que son migratorias porque se reproducen en su sitio de origen, acá se alimentan y sobreviven”.
En el Parque Nacional Casupo también se han observado algunas migratorias como la parquecia, otra a la que le dicen piranga, que tiene forma de azulejo pero es roja, y reinitas migratorias. “Mientras están aquí aprovechan la sombra de los árboles y sus alimentos. Utilizan los espacios verdes que están en la ciudad como su sitio de descanso y alimentación. Carabobo es refugio de aves migratorias, sobre todo las que están conservadas”, explicó Jiménez.
En el parque Negra Hipólita y Fernando Peñalver se han registrado cinco especies de aves migratorias.
Modificaciones de hábitat
Hay casos muy particulares que confirman que Carabobo es refugio de aves. Por ejemplo, la presencia del tejedor africano que, con su belleza y plumaje espectacular, llegó como ave canora, que por su canto melodioso era de colección. Pero se liberó y, como no tiene enemigos naturales, ha encontrado en el estado un lugar perfecto para reproducirse y vivir.
Se trata de un ave que en su lugar de origen, África, fabrica nidos con la hoja de la palma, y en Carabobo hay muchos chaguaramos. “Por eso las vemos colonizando, en la zona industrial, y en el Hogar Hispano los vemos con más de 20 nidos en cada chaguaramo. Terminan desnudándolos, van defoliando hasta dejar solo nervadura de esas palmas… y, probablemente, puedan desplazar a especies locales en competencia por alimento”, relató Cornejo.
Las aves migratorias que ya son comunes
Hay otros como el caricari, que se está convirtiendo en un personaje más de la ciudad. Es muy común en los llanos venezolanos, pero ya está en el contexto urbano en grupos, en zonas donde hay fuentes de alimentos que son restos de comida que consumen los humanos.
Por ello se ven en sitios cercanos a donde hay venta de comida rápida, en grupos, esperando la oportunidad para alimentarse. Es un ave mediana de unos 30 centímetros, no es agresiva. Se empieza a salir del contexto natural, según Cornejo.
El tordito negro es otra especie que, actualmente, es muy común que aparezca en las mesas buscando retos de alimentos. “Ya empiezan a coexistir con nosotros”.
Aunque no hay evidencias comprobadas de que ya esté ocurriendo en Carabobo, es innegable que cualquier afectación que deteriore la masa vegetal en la ciudad va a restar refugio y alimento para la fauna, es una regla matemática.
“El calentamiento global va a generar variaciones en la vegetación, hay especies restringidas a un rango altitudinal y para las plantas ocurre igual. En la medida que esas plantas empiecen a moverse buscando cada vez espacios más frescos, los animales acompañarán esa dinámica. Esos procesos los veremos a mediano y largo plazo”, explicó Cornejo.
Por eso, es tan importante que desde este momento se genere la información que permita hacer comparaciones. “Ahí es donde la ciencia ciudadana es tan valiosa, para evaluar con datos registrados cómo una cadena de acontecimientos puede afectar el equilibrio dinámico en la naturaleza”.
Esta es la tercera entrega de una serie de reportajes sobre ciencia ciudadana y conservación de aves, un proyecto de difusión de la Universidad de Cornell y el New York Times, en el que El Carabobeño participa.
Lee las dos primeros entregas:
Primera entrega: La ciencia ciudadana marca la diferencia en la conservación de aves
Segunda entrega: La ciencia ciudadana, un apoyo invaluable en la investigación de aves en Carabobo
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