La raza Akhal-Teke destaca no solo en las listas de los caballos más hermosos del mundo, sino que tiene el título de la raza equina más bella que existe. Este prestigio se debe a su espectacular pelaje y a su esbelta morfología, lo que los convierte en seres excepcionales en el reino de los equinos.
Estos magníficos ejemplares son versátiles en una amplia gama de disciplinas ecuestres, especialmente en las carreras de resistencia y en los concursos completos de equitación, donde demuestran su valía.
Akhal-Teke: el caballo dorado
El Akhal-Teke no solo es admirado por su gracia y destreza. A lo largo de la historia, esta raza fue la preferida por soldados y reyes en una región que se extiende desde Kazajistán hasta China. Incluso se relata que Alejandro Magno cabalgaba un predecesor del Akhal-Teke en sus batallas.
Se sabe que es originario de Turquía, exhibe notables habilidades para las carreras, un movimiento fluido y una capacidad de salto excepcional, además de una resistencia que sobresale del resto de caballos. En las carreras de resistencia de 500 kilómetros que se celebraban en Rusia, esta raza siempre se posicionaba en los primeros lugares. Sin embargo, en la actualidad, su principal aplicación es en la doma clásica y en el salto, donde se descubrió que también destaca sobre la mayoría.
Su origen o sus antepasados son un enigma. Este misterio, junto a su apariencia llamativa, ha contribuido a su reputación de criaturas casi mitológicas. Considerados una de las razas más antiguas del mundo, los Akhal-Teke han sido criados durante siglos por la tribu Teke en el oasis de Akhal en el desierto de Karakum, en Turkmenistán. A lo largo de los años, su nombre ha experimentado cambios, pero siguen siendo conocidos como “el caballo celestial” o “la joya de Turkmenistán”.
Características de los Akhal-Teke
Un atributo ineludible en la descripción de estos caballos es su figura esbelta y estilizada. Con una altura que oscila alrededor de los 160 cm en los machos y los 155 cm en las hembras, los Akhal-Teke presentan líneas alargadas y elegantes. Su cuello largo y delgado, en ocasiones con una grácil forma de ‘S’, presenta un porte altivo a su cabeza. Su espalda es larga, al igual que sus extremidades delgadas que resaltan los tendones.
La cabeza es ligera y esculpida, destacando por sus ojos grandes y expresivos, así como por sus orejas finas y alargadas que se ubican en lo alto. La musculatura, densa bajo una piel fina, y el pelaje dorado, inconfundiblemente llamativo, definen su apariencia. La cola y la crin son escasas en pelo, y no suelen presentar flequillo que caiga sobre la cara.
En términos de temperamento, los Akhal-Teke se caracterizan por su valentía, lealtad y sensibilidad. Aunque naturalmente nerviosos, los turcomanos lograron calmar su carácter para aprovechar al máximo su potencial, creando un vínculo sólido entre el caballo y el jinete.
Se dice que bajo el jinete son obedientes y respetuosos, pero que sin él pueden ser difíciles de manejar.
El deslumbrante brillo de su pelaje
Uno de los rasgos que más llaman la atención a simple vista, es su asombroso pelaje. Los Akhal-Teke pueden presentar una variedad de capas, desde los colores básicos hasta el crema, uno de los más llamativos.
Los ejemplares con pelajes de este color, exhiben un matiz metalizado que les confiere una apariencia de estar cubiertos por un dorado manto. Lo mismo ocurre con los caballos blancos, liarts canosos y perlinas, aunque en este caso, la sensación es de una capa plateada.
Este efecto se debe a que las proteínas del pelaje emiten destellos iridiscentes cuando la luz se posa sobre ellas. Aunque los de color oscuro no muestran el mismo efecto, su pelaje resalta por su brillo. Esto hizo que los ejemplares con pelaje albino o metalizado, sean muy valorados, siendo el más destacado los que tienen ese fascinante efecto dorado.
De hecho, se dice que el primer Akhal-Teke que llegó a América fue precisamente uno de estos últimos y pertenecía a la Reina Isabel de España. Desde entonces, la raza se ha vuelto popular en la región.
Un animal histórico
El nombre “Akhal-Teke” surge de la unión de una región geográfica, Akhal, y la etnia Teke, de origen turcomano. La historia de la raza se remonta a los caballos que poblaron esta región, en el sur de la actual Turkmenistán, hace aproximadamente 3000 años. Se cree que descienden de los animales traídos por los escitas, el primer pueblo en dominar la equitación.
También, restos arqueológicos encontrados en el macizo de Altái, en lo que hoy es Turkmenistán, muestran esqueletos de animales con características morfológicas muy similares a los Akhal-Teke actuales.
Las tribus turcomanas, que se dedicaban a la cría de caballos, habitaban las montañas de Altái antes de establecerse en las afueras del desierto de KaraKum, Persia, Anatolia y Siria. Estos equinos eran conocidos con diferentes nombres, como Niseus. La etnia Teke realizaba expediciones para capturar esclavos en el sur, llevando consigo dos caballos por Teke: uno de pura raza para montar y otro de carga. Mantenían y seleccionaban el linaje de sus mejores ejemplares, que por tradición nunca eran vendidos.
En el siglo XIX, el ejército ruso llegó a la región, anexionando Turkmenistán y asumiendo su control. Fueron los rusos quienes comenzaron a criar la raza Akhal-Teke en una yeguada. Estos caballos de pelaje metálico, cuya morfología recordaba a los equinos turcomanos de Persia, captaron la atención del general ruso Kuropatkin. Este seleccionó algunos ejemplares para iniciar su cría y les dio el nombre actual de la raza.
En la actualidad, alrededor de ocho mil ejemplares de esta raza están registrados en todo el mundo, siendo la mayoría de ellos en Turkmenistán, donde se convirtieron en un símbolo nacional. Además, han servido de inspiración para diferentes autores de literatura fantástica, donde los describen como animales mitológicos.
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