Las Fuerzas Armadas Ucranias ya están empleando armamento de la OTAN contra objetivos en territorio ruso. El 1 de junio, tan solo un día después de que Estados Unidos diera a Kiev el visto bueno para utilizar sus armas al otro lado de la frontera, cohetes de corta distancia disparados desde una lanzadera estadounidense Himars destruyeron por lo menos una batería de defensa antiaérea rusa a 32 kilómetros de territorio ucranio.
Imágenes de las consecuencias del ataque empezaron a difundirse el lunes en las redes sociales mientras fuentes militares anónimas aseguraban a medios ucranios que el arma utilizada eran Himars. Los medios rusos dieron también por correcta la noticia. Yegor Chernev, vicepresidente del comité de seguridad nacional del parlamento ucranio, confirmó el martes la información en The New York Times. El sistema antiaéreo destruido, según los documentos visuales publicados, puede ser uno de los más avanzados del arsenal ruso, el S-400. Chernev aseguró al diario estadounidense que han podido destruir varias unidades de este sistema, pero también del S-300.
El ataque se produjo contra objetivos en la provincia de Bélgorod, desde donde las tropas del Kremlin abrieron el 10 de mayo un nuevo frente de guerra sobre Járkov, la segunda mayor ciudad de Ucrania. Kiev inició una intensa campaña diplomática para que sus aliados occidentales suspendieran su prohibición de utilizar su armamento en suelo ruso. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, reiteró que en la ofensiva sobre Járkov el enemigo concentraba su artillería, tropas y poder aéreo en su territorio, sin que las Fuerzas Armadas Ucranias pudieran hacer nada para defenderse.
Alemania, Francia y Estados Unidos dieron luz verde, pero con condiciones. La Casa Blanca especificó que los ataques solo deben llevarse a cabo contra objetivos militares en la zona fronteriza rusa con Járkov y de Sumi —en esta última provincia se espera una nueva ofensiva terrestre del invasor—. La otra condición es que no pueden utilizarse los misiles de largo alcance aportados por Estados Unidos, los ATACMS.
Los misiles antiaéreos S-300 han sido reconvertidos por Rusia durante la guerra para golpear contra objetivos terrestres. Estos cohetes, que en su nueva función pierden precisión, han sido utilizados periódicamente desde Bélgorod contra Járkov, dejando un reguero de muertes civiles. Boris Shelahurov, periodista en esta ciudad, informa a EL PAÍS que en los dos últimos días se han reducido significativamente las llegadas de los cohetes rusos tras semanas de bombardeos diarios.
Cuentas de análisis militar ucranias y rusas en redes sociales apuntan que parte de los cohetes disparados con Himars estaban cargados con munición de racimo. Los vídeos que han sido difundidos del ataque muestran un radio de destrucción de equipamiento ruso que coincidiría con estas bombas multiexplosivas. Ambos ejércitos tienen munición de racimo en su arsenal —en el caso de Ucrania, facilitada por Estados Unidos— pese a que es un explosivo que más de cien países en el mundo, incluido España, han prohibido su uso por la alta letalidad que causan entre la población civil.
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Una segunda embestida en Járkov
Los servicios de inteligencia del ministerio de Defensa ucranio han advertido de que Rusia está agrupando a miles de nuevas tropas a 90 kilómetros de la frontera con Járkov para una segunda embestida en este frente. Petro Chernik, coronel de las Fuerzas Armadas Ucranias, valoró el 28 de mayo que la única manera de anular esta concentración era con misiles de largo alcance ATACMS cargados con munición de racimo. El otro armamento de largo alcance con el que cuenta Kiev son los cohetes británico-franceses Storm Shadow / Scalp, disparados desde aviones de combate. Las Fuerzas Ucranias también han conseguido adaptar sus misiles antibuque Neptune para golpear objetivos terrestres incluso a 400 kilómetros de distancia, pero la industria nacional tiene limitaciones para producir estos misiles en elevadas cantidades.
Los ATACMS son los idóneos para una operación que limite la concentración de fuerzas rusas en su territorio. Kiev prosigue su campaña de presión política para que la Casa Blanca dé la autorización para ello. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, indicó la semana pasada que su Gobierno estudiaría la evolución de la guerra para “adaptarse y ajustar” sus decisiones. El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, añadió el martes que la administración del presidente Joe Biden nunca ha impedido que sus sistemas de defensa antiaérea Patriot para derribar aviones militares en territorio ruso. La aviación rusa está castigando con intensidad las posiciones ucranias en Járkov, pero también en todo el sector del frente de Donetsk, una de las principales ventajas del invasor en los últimos meses para conseguir sus pequeños pero constantes avances.
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