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Hay nombres que resumen épocas. A veces lo hacen con una precisión tan espectacular que parecen recuperar las sensaciones vividas en tiempos pasados. Como un mecanismo que se activa en algún recóndito lugar de la memoria y abre la puerta a recordar imágenes o sonidos que parecían olvidados. Incluso se asocian con la llegada de la televisión en color, en una analogía que, en algunas sociedades, se podría extender mucho más allá de la caja catódica. Esos nombres, en ocasiones, van más allá y sugieren sensaciones incluso a personas con las que no coincidieron en el tiempo. El del ex jugador de baloncesto y médico Juan Antonio Corbalán es uno de ellos. Su trayectoria personal y profesional simboliza como pocas la historia más reciente de España. Nacido en Madrid en plena dictadura, hijo de un piloto republicano, empezó a jugar al baloncesto —formó parte de la generación que estrenó el minibasket a principios de los 60—. El Real Madrid lo fichó en 1970 y la trayectoria del baloncesto español —y, en paralelo, la del país— estaba a punto de entrar en una fase de aperturismo y mejora que culminaría 14 años después con la histórica medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Por el medio, decenas de títulos —12 ligas y tres copas de Europa entre ellos— y el incomparable rédito que otorga el carisma.
Corbalán. El baloncesto y la vida (JC) es el libro en el que comparte sus memorias. Cuenta con prólogo de Manuel Vicent y epílogo de David Trueba. Un volumen fantástico —con mucho baloncesto, pero también música, libros o cine— que ayuda a entender una época y deja sugerentes imágenes. Como aquella del joven Corbalán pasando de las cuatro calles de su barrio a un mundo completamente nuevo y pocas horas de descanso para compaginar el deporte y la universidad; la frase de aquel veterano ante las prisas por llegar: “no sabes lo que daría por estar en la esquina. Desde ahí puedes venir al centro; desde donde yo estoy solo se va a la calle”; o la camiseta del San Viator que llevó en su maleta para Los Ángeles. Allí, en una España que ya no existía, había empezado a jugar al baloncesto.
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