Seis hombres suben al escenario, hacen una reverencia a los presentes y colocan sus manos sobre una enorme pantalla para dar comienzo a una cuenta atrás. Al llegar a cero, al ritmo de una música triunfalista, se van sucediendo imágenes de edificios gigantescos; algunos surgen de las entrañas de pequeñas montañas tupidas de vegetación, otros están ubicados en grandes llanuras, junto a pequeñas colinas rodeadas de bosques o incluso no muy alejados de un lago. Son las granjas verticales que China está construyendo por todo su territorio para criar exclusivamente cerdos, la carne más popular entre los consumidores del país y cuyo suministro se considera un imperativo estratégico.
“¿Por qué deberíamos promover la cría de cerdos en granjas verticales? ¡Para mejorar la eficiencia y reducir los costes!”, apuntaban en la presentación del III Foro de Edificios para la Crianza de Cerdos, celebrado a principios de semana en la ciudad de Qingdao, en el este de China. Proteger y modernizar la industria porcina es una prioridad para Pekín, que ha acelerado la construcción de estas macrogranjas en el último lustro para revertir los estragos causados por la epidemia de peste porcina africana (PPA) que acabó con la vida de decenas de millones de cerdos en el país entre mediados de 2018 y 2019, casi la mitad de sus gorrinos, según estimaciones de Bloomberg.
“El precio de la carne porcina se disparó en 2018, y eso hizo que muchos inversores, especialmente del sector inmobiliario, decidieran apostar por esta industria”, explica Wei Jinquan, representante de Deba Brothers, proveedor de equipos para la cría de animales. Es el caso de Zhuge Wenda, propietario de una empresa de hormigón y cemento de la provincia de Hubei (centro de China) que se vio obligado a reinventar su negocio debido al frenazo de la actividad constructora: en lugar de edificar bloques de pisos para humanos, lo haría para cerdos. Ahora es el presidente y accionista mayoritario de Hubei Zhongxin Kaiwei Modern Animal Husbandry, el rascacielos de 26 plantas y 400.000 metros cuadrados que ocupó titulares tras su apertura en octubre, por ser la granja en altura más grande del planeta. Está previsto que este año se inaugure una segunda torre idéntica, con la meta de que entre ambas críen hasta 1,2 millones de cerdos al año.
El monstruoso edificio ubicado a las afueras de la ciudad de Ezhou, a orillas del Yangtsé, está valorado en unos 4.000 millones de yuanes (526,8 millones de euros) y es una de las macrogranjas más modernas de toda China —si no la más—. De acuerdo con la descripción disponible en portales chinos, verificada por The New York Times, desde una sala de control, el personal monitorea los animales las 24 horas del día y emite órdenes de preparación de comida y agua para cada piso, que funciona como una granja autónoma para las diferentes etapas de la vida; también controla en tiempo real los indicadores de temperatura, humedad, ventilación y concentración de gases tóxicos.
La granja está completamente automatizada para aumentar la eficiencia: el pienso se suministra por enormes tuberías y se distribuye a través de puntos de alimentación automáticos. Además, cuenta con más de 30.000 puntos de control que determinan la alimentación precisa de cada cerdo, en función del crecimiento, el peso y la salud del animal, y los desechos se eliminan a través de un sistema integral de tratamiento de residuos a base de biogás, que convierte el estiércol en energía limpia.
China: el mayor importador y el mayor exportador de cerdo del mundo
La expansión de estas megaconstrucciones, que tuvo como telón de fondo el brote de PPA y la guerra comercial con EE UU, se aligeró después de que en octubre de 2019 el Consejo de Estado (el Ejecutivo) emitiese un decreto en el que instaba a todos los departamentos gubernamentales a “estabilizar la producción porcina y garantizar los suministros del mercado”. Con ese fin, se marcó como objetivo que, para 2022, el 58% de la producción porcina total del país procediese de macrogranjas y, para 2025, el 65%.
La carne de cerdo se convirtió en un alimento básico en la dieta de los chinos cuando el gigante asiático empezó a impulsar la modernización agrícola en la década de 1970, pero llegó a la mayoría de los hogares en este siglo, gracias al aumento del poder adquisitivo de la población. China es actualmente el mayor productor y consumidor de carne porcina del mundo, pero también el mayor importador. De hecho, en 2021, fue el principal destino de las exportaciones de carne de cerdo españolas (alrededor de 1,4 millones de toneladas, un 39% del total, según datos de la Comisión Europea).
Mantener la carne de cerdo disponible y a un precio estable preocupa tanto a las autoridades que existe una reserva estatal que libera lotes de carne porcina para mantener la oferta e impulsar el mercado en épocas de mayor demanda (como las fiestas nacionales) o en caso de escasez.
Desde 2019 se han agilizado los procedimientos para adquirir terrenos para la cría de cerdos, se ha eliminado el requisito de un permiso especial para edificar sobre terrenos agrícolas (siempre y cuando las fábricas estén destinadas a la industria porcina) y se permite construir en vertical para lograr el máximo aprovechamiento económico del suelo.
De acuerdo con lo expuesto en el foro de Qingdao, hasta mayo de 2021, se habían invertido 116.800 millones de yuanes (15.378 millones de euros) y había construidas 1.832 granjas de múltiples pisos distribuidas en 24 de las 31 provincias y regiones de China. La mayor granja de este estilo está ubicada en Yuguan, un pueblo de la provincia de Henan (centro de China), que tiene un área superior a 1.000 hectáreas y cuenta con 21 edificios de seis plantas; su producción anual es de 2,1 millones de cerdos. Incapaces de competir con estos ritmos, la tendencia entre los pequeños porcicultores ha sido la opuesta: entre 2007 y 2020, la cifra de granjas que criaban menos de 500 cerdos al año se contrajo en un 75%, hasta situarse en 21 millones.
La escasez de la mano de obra
Pero el rascacielos de Ezhou también cuenta con sus detractores dentro del sector local. “Construir un edificio tan alto no es eficaz, es solo marketing”, criticó abiertamente en su ponencia un socio de Wei de Deba Brothers. Según las estadísticas, la tendencia actual es que estas construcciones tengan unas seis o siete plantas. “Se ha producido un boom en la construcción de estos edificios en los últimos años, porque gente con dinero quiso subirse al barco, pero la realidad es que hay granjas de varios pisos terminadas sin cerdos dentro. Si quieres mantenerte en esta industria, hay que reducir los costes. Y, a más cerdos, más costes”, precisa Wei a EL PAÍS. Según datos compartidos en Qingdao, actualmente sólo está en uso el 35% de la capacidad total que China tiene construida.
“El mayor reto que enfrentamos es que no se encuentra mano de obra suficiente. Los jóvenes creen que los salarios son muy bajos para las condiciones de trabajo en una granja”, declara el señor Liu, comercial del fabricante de equipos Luohe Green, quien agrega que, de media, los sueldos rondan los 16.000 y 20.000 euros brutos anuales. La solución, dice, es apostar por un alto grado de automatización, lo que permite a una sola persona estar a cargo de hasta 2.000 cerdos.
En cuanto a los riesgos que este modelo de ganadería intensiva conlleva, como la rápida transmisión de enfermedades al criar tantos animales en un mismo espacio cerrado, desde el sector consideran que este tipo de estructuras resultan ventajosas porque “los problemas están más claros y es más fácil abordarlos”. “Utilizamos técnicas inteligentes de crianza, con un mayor nivel de bioseguridad. Además, las normativas exigen que todos los edificios cuenten con un módulo de inspección sanitaria, por lo que somos mucho más rápidos y precisos a la hora de detectar posibles brotes”, asegura Xu Jin, de la constructora SEME. Activistas contra el cambio climático manifiestan que existen pocas evidencias de que estos modelos de producción puedan aportar esos beneficios a la sostenibilidad.
En los coloquios a los que accedió EL PAÍS apenas se abordaron los problemas ambientales que acarrea la crianza a gran escala, como la contaminación del suelo por las heces y la del aire por la emisión de CO₂ y amoniaco. Sobre esto, Xu se limitó a garantizar que “todos nuestros edificios se construyen en zonas remotas para cumplir con las leyes medioambientales”. Aunque China pretende alcanzar el pico de emisiones antes de 2030 y la neutralidad de carbono en 2060, el Gobierno no parece dispuesto a que se atente contra la expansión de las macrogranjas, vistas en el presente del país como la solución mesiánica para estabilizar el mercado del cerdo. Desde 2019, el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente concluye que “se investigará y sancionará a quienes restrinjan el desarrollo de la industria porcina o reduzcan ilegalmente la capacidad de producción bajo el pretexto de mejorar el entorno ecológico”.
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