Son las 7 de la mañana, estoy escribiendo tan temprano, y estoy tecleando frente a la
computadora ya con las últimas fuerzas que le quedan a mi cuerpo, y es que estos días no han sido nada fáciles porque desde hace dos días, Argentina se convirtió en el punto más caliente del mundo. Y aunque por todos los medios de comunicación, las redes sociales y los canales de YouTube vaticinaban que serían días difíciles, no teníamos idea de los efectos que traerían las altas temperaturas.
El primer indicio de que venían días difíciles fue cuando salí a comprar unas frutas y vi a Julio, mi verdulero, que es Misionero, es decir de la provincia de Misiones, abanicándose con un cartón. Quiero aclarar que antes de este día, eso sería imposible porque Misiones es una provincia donde hace mucho calor y los Misioneros, que son las personas que nacieron allá (y no los curas), no sufren las altas temperaturas.
Todos los que vivimos en Buenos Aires sabemos que, si agarras un cartón para
abanicarte, los cartoneros, que son quienes recolectan este material para venderlo, no
te dejarían vivo.
Luego de hacer las compras, cuando volvía a mi casa vi cómo ante mí se desmayó un hombre
como de dos metros de alto y cuatro de ancho. Al verlo, varias personas fuimos a socorrerlo y
cuando volvió en sí dijo en perfecto acento maracucho: “Vergación mi hermano qué pasó”.
¡Si!, era un maracucho. Imagínense el calor que hacía que un maracucho* se deshidrató. Yo,
obviamente, al ver esto corrí despavorido porque hay algo que marca el apocalipsis, y es
justamente que un maracucho se desplomé por el calor. *Maracucho: Dícese del nacido en
Maracaibo, el lugar más cálido de Venezuela, y creo yo del mundo.
Y por si la ola de calor no fuera suficiente, comenzaron a faltar los servicios de agua,
electricidad e Internet; algo que enloqueció a mucha gente y salieron a las calles a protestar.
Cabe destacar que acá son tan organizados que no hizo falta que alguien les dijera “Mire, mire, mire, tome la sartén y péguele con arrechera”; acá la gente se arrechó sola al pasar hasta 48 horas sin electricidad ni agua. Los venezolanos que vivimos en Buenos Aires los veíamos con ternura y empatía como diciéndoles “amigos yo estuve ahí”.
Fueron noches muy largas, donde dormí con una manzana en la boca, para que cuando los
bomberos llegaran a rescatarme, me encontraran crujiente por fuera y doradito por dentro.
Pero ¿Cómo se convirtió Argentina en el lugar más caluroso del mundo por dos días? ¿Acaso
Dios nos odia? ¿Los otros países nos envidian y nos hicieron una brujería porque tenemos un
Papa y a Messi?
Y como no me quería quedar con la duda del origen de las altas temperaturas, me puse a
investigar y comencé a descartar sospechosos:
Descarté al Fondo Monetario Internacional, porque si nos morimos todos de calor ¿Quién les
va a pagar?
Luego de horas de tejer hipótesis, finalmente di con lo que ya todos sabemos: Los culpables de las altas temperaturas son infantes, conocidos como “El niño y la niña”. Al descubrirlo sentí un fresquito (y mira que lo necesitaba) porque recordé que, aquellos que niegan el cambio climático seguramente no tienen aire acondicionado y mucho menos ventilador.
Los dejos, me voy a pegar otra ducha.
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