Occidente endurece día a día el tono ante Israel por los bombardeos sobre civiles en la guerra contra Hamás. Las críticas son cada vez más abiertas. Y la presión sobre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, mayor.
Todos apoyan el derecho de este país a defenderse y a responder militarmente a la matanza del 7 de octubre, en la que, según la última evaluación, murieron 1.200 personas en Israel. Pero la sucesión de imágenes de muerte y destrucción y la cifra de víctimas civiles en Gaza —más de 11.000, según las autoridades palestinas— han llevado a las capitales occidentales, de París a Washington, a reclamar un alivio en los bombardeos israelíes.
Lo que hasta hace poco dirigentes de Europa y Estados Unidos sugerían en voz baja a Netanyahu y a su Gobierno ahora se reclama en público y con altavoz. Palabras como “alto el fuego” parecían tabú en algunas capitales occidentales. Preferían hablar de “pausa” o “pausas humanitarias”. Ahora están sobre la mesa.
“Es la única solución que tenemos, el alto el fuego, porque es imposible explicar que queremos luchar contra el terrorismo bombardeando a personas inocentes”, dijo este viernes el presidente francés, Emmanuel Macron, en una entrevista con la BBC. Macron añadió: “De hecho, hoy hay civiles bombardeados. De hecho, estos bebés, estas señoras, estos ancianos mueren bombardeados. No hay razón alguna para ello y ninguna legitimidad. Así que instamos a Israel a que pare.”
Pocos han ido tan lejos en la crítica como Macron, cuyas declaraciones Netanyahu ha calificado de “grave error, factual y moral”. Pero en la Unión Europea aumentan las voces que, en la línea del presidente francés, ponen el acento en el cumplimiento del derecho internacional y dan la voz de alarma. Los intentos para plasmarlo en una declaración que reclame una pausa humanitaria, sin embargo, no han avanzado por ahora, según fuentes diplomáticas. Alemania, República Checa y Austria se oponen.
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Estados Unidos continúa rechazando un alto el fuego, con el argumento de que solo serviría para dar un respiro a Hamás. Y en ningún momento ha condenado en público el modo en que Israel conduce su ofensiva ni ha puesto en duda que ese Estado incumpla las leyes de la guerra. Pero también ha endurecido el tono en los últimos días.
Blinken: “Demasiados palestinos han muerto”
“Demasiados palestinos han muerto, demasiados han sufrido estas últimas semanas”, dijo el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en Nueva Delhi. “Queremos hacer todo lo posible para impedir daños contra ellos y para que la asistencia que les llega sea la máxima posible”.
Las palabras de Blinken revelan un giro, tan sutil como significativo, en la posición de Washington en el conflicto. Se explica, entre otros motivos, por los desacuerdos dentro de la propia Administración estadounidense. Y por el descontento de un sector del Partido Demócrata con el apoyo a Netanyahu. Ese desafecto de la izquierda estadounidense podría tener un coste para Biden en las elecciones presidenciales de 2024.
El cambio de tono occidental es significativo porque, tras la matanza del 7 de octubre, Europa y EE UU dieron la impresión de aliarse con Israel sin condiciones. Aunque desde el primer momento insistieron a Netanyahu en la necesidad de respetar el derecho internacional y limitar el sufrimiento de los civiles, recibieron acusaciones de doble rasero. Desde el mundo árabe y el llamado Sur global ―y también desde una parte de las opiniones públicas occidentales― se cuestionó que, mientras se condenaba a Rusia por bombardear civiles en Ucrania, las mismas condenas no se escuchaban en el caso de Israel y Hamás. Manifestaciones en apoyo a Palestina a ambas orillas del Atlántico han congregado a decenas de miles de personas. Entre las últimas, las de este sábado en Londres —multitudinaria, con más de 300.000 personas—, Bruselas y París.
En una rueda de prensa este fin de semana, Netanyahu vinculó los “desacuerdos” que aparecen “de vez en cuando” en sus contactos con líderes mundiales a las “minorías” que los presionan en sus respectivos países. Declaró: “Os digo: No cedáis a la presión. Vuestra guerra es también vuestra guerra. Tenemos que ganarla por nosotros, pero también por vosotros”, informa desde Jerusalén Antonio Pita.
“¿Cómo encontráis la valentía para darnos lecciones en medio de la guerra?”, preguntó en la misma rueda de prensa el ministro de Defensa, Yoav Gallant. La pregunta iba dirigida a los dirigentes extranjeros que critican a Israel. Añadió Gallant: “Quiero decirles a algunos líderes europeos que nos critican: para el Estado de Israel y el pueblo judío, este es el año 2023, no 1943 [en referencia al Holocausto], y tenemos la capacidad y el deber de defendernos solos. Y es exactamente lo que vamos a hacer”.
Los amigos occidentales de Israel no han negado el derecho de este país a defenderse. Al contrario. Y han señalado como último responsable a Hamás, organización considerada en EE UU y la UE como terrorista.
“Cuando Hamás atacó a Israel, asumió la responsabilidad de exponer a los palestinos a consecuencias terribles”, dijo Macron esta semana durante una conferencia humanitaria en París para recaudar fondos para Gaza y Cisjordania. “Hoy son los civiles de Gaza los que sufren”.
Hace dos semanas, los líderes de los Veintisiete llamaron a establecer “pausas humanitarias” y corredores para que la ayuda llegue a la Franja. Apenas dos Estados miembros —sobre todo España, pero también Irlanda, con cierto apoyo de Bélgica y Luxemburgo, con un papel mucho más discreto— pusieron sobre la mesa la necesidad de un alto el fuego. Este domingo el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha incidido en que la UE está “seriamente preocupada” por la catastrófica situación de Gaza. En un comunicado conjunto, los Veintisiete (cuyos ministros de Exteriores analizarán la situación de Oriente Próximo este lunes en Bruselas) han instado a que esas “pausas humanitarias” se hagan de inmediato. “Instamos a Israel a ejercer la máxima moderación para garantizar la protección de los civiles”, reclaman.
La capacidad de influencia de la UE es limitada; la de EE UU, no tanto
El presidente Biden se define a sí mismo como “sionista”, tras décadas de implicación como senador en la política exterior estadounidense y en las relaciones con Israel. Su relación con Netanyahu tiene una historia de más de 30 años, cuando el primer ministro israelí era diplomático de su Embajada en Washington. La premisa “todo lo que necesite Israel” se sigue escuchando en las ruedas de prensa diarias de la Casa Blanca.
Pero a ese mensaje se unió, primero, el llamamiento a la entrada de ayuda humanitaria en Gaza. Después, la precisión, subrayada por el propio Biden, de que el conflicto tendrá que resolverse con medidas que incluyan la solución de los dos Estados, el israelí y el palestino. Ha sido la posición oficial de Washington durante décadas, pero en la práctica había quedado descartada a medida que Israel iba firmando acuerdos de paz con países árabes.
Desde hace dos semanas, la Casa Blanca ha introducido otra constante: la insistencia en la necesidad de pausas humanitarias, para que los portadores de pasaporte extranjero, heridos y, posiblemente, rehenes retenidos por Hamás tras su incursión en Israel, puedan salir de la Franja. El presidente estadounidense considera que, al dejar claro su apoyo a Israel, tiene más capacidad de influencia sobre su aliado y más posibilidades de persuadirle contra excesos que violen el derecho internacional en su ofensiva aérea y terrestre contra Gaza.
Pero hasta ahora esta presión sutil tiene poco efecto. El propio Biden reconocía el jueves que la duración de las pausas en los bombardeos israelíes se quedan lejos de lo que él había pedido, más de tres días, para poder —quizá— liberar a los rehenes retenidos por Hamás. Y mostró impaciencia con Netanyahu: lograr su plácet a los respiros humanitarios “está llevando más tiempo del que esperaba”, admitió el presidente de EE UU.
Washington, en todo caso, continúa rechazando un alto el fuego completo. Sostiene que solo serviría para dar un respiro a Hamás. En ningún momento ha condenado en público el modo en que Israel conduce su ofensiva ni ha puesto en duda que incumpla las leyes de la guerra.
La posición de Biden suscita la ira de las naciones árabes aliadas de Washington. Y divisiones en la propia administración, donde altos cargos especializados en la región critican la “carta blanca” a Israel y advierten del rápido deterioro del prestigio estadounidense entre las poblaciones en el mundo musulmán.
Una carta abierta firmada por más de un millar de funcionarios de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional reclama a la Casa Blanca que exija un alto el fuego inmediato. “Nos alarman y descorazonan las numerosas violaciones del derecho internacional”, indica la misiva, según la agencia Reuters, que ha tenido acceso a ella. Más de 500 trabajadores de la campaña electoral de Biden en 2020 han escrito un texto similar. En el Congreso, la mitad de los senadores demócratas han suscrito una carta para pedir a la Casa Blanca que equilibre su apoyo a Israel con la asistencia a Gaza y esfuerzos para una paz sostenible.
Entre las bases del Partido Demócrata también crece la desazón. La manifestación convocada la semana pasada en Washington agrupó, según sus organizadores, a 300.000 personas. Dos encuestas publicadas por el think tank Brookings Institution apuntan a un rápido descenso del apoyo a Israel entre los votantes de esa formación —especialmente entre los más jóvenes— en el último mes, tras una subida después de los atentados de Hamás. Al mismo tiempo, y aunque a mucha menor escala, aumenta el respaldo a los palestinos.
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