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William James Sidis: La trágica vida del hombre “más inteligente de la historia”

Ingresó a Harvard a la temprana edad de 11 años, siendo políglota y autor de varios libros. A pesar de enfrentar adversidades, la fascinante trayectoria de William James Sidis ha captado la atención de investigadores y admiradores debido a su prodigioso talento.

William James Sidis, el hombre más inteligente

William James Sidis: La trágica vida del hombre “más inteligente de la historia”

La historia parece repetirse, pero es poco probable que surja otra figura tan única como la de William James Sidis. Durante su breve existencia, su innato talento se vio opacado por una serie de desafortunados acontecimientos, quizás el precio que algunos de los genios más destacados han debido pagar a lo largo de la historia.

Nacido el 1 de abril de 1898 en Nueva York, de padres inmigrantes ucraniano-judíos, Sidis exhibió desde temprana edad una capacidad excepcional para el aprendizaje y el procesamiento de información. Se destacó como un auténtico prodigio infantil, mostrando habilidades extraordinarias en matemáticas y dominio de varios idiomas.

Desde sus primeros años, sus padres, Sarah Mandelbaun, médica, y Boris Sidis, psicólogo, fomentaron su desarrollo intelectual, logrando que aprendiera a leer a los dieciocho meses. A los dos años, se dice que ya leía las páginas del New York Times.

A la edad de cuatro años, escribió su primer relato en francés, y a los cinco, desarrolló una fórmula para determinar el día de la semana de cualquier fecha histórica. A los siete años, inventó su propio dialecto, el “vendergood”, y a los ocho, además de su lengua materna, el inglés, ya dominaba ocho idiomas, incluyendo el latín, griego, francés, ruso, alemán, hebreo, turco y armenio.

William James Sidis destacó al aprobar el tercer grado de primaria en tan solo tres días y escribió cuatro libros entre los 4 y los 8 años, dos de anatomía y dos de astronomía. Antes de cumplir los diez años, fue aceptado en el prestigioso MIT y, a los 11, ingresó a la Universidad de Harvard, convirtiéndose en el estudiante más joven de la historia de la institución y un experto en matemáticas aplicadas. A los 16, se graduó en medicina.

Un coeficiente intelectual único

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Aunque nunca se le realizaron pruebas serias para evaluar su coeficiente intelectual en vida, diversas fuentes científicas lo consideran la persona más inteligente de la historia, con un CI aproximado entre 250 y 300. Entre sus logros notables, se destaca su dominio de cerca de 40 idiomas.

En una investigación de 1977, la psicóloga Kathleen Montour sugirió que, siendo estudiante especial en el Harvard College, Sidis captó la atención nacional en 1910 al ofrecer una conferencia sobre matemáticas avanzadas ante el Club Matemático de Harvard. No obstante, Montour argumenta que “se sintió impulsado a desafiar los esfuerzos de su padre por convertirle en un hombre ideal, abandonando el mundo académico para trabajar en una oficina”.

Montour etiquetó esta creencia como la “falacia de Sidis” para argumentar que la educación especial o acelerada no era un obstáculo para el desarrollo del talento, comparando el caso de Sidis con el de Norbert Wiener (1894-1964).

El tormentoso final

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Después de su tiempo en el MIT, Sidis buscó evitar la atención pública y se sumergió en varios empleos, optando por un estilo de vida más tranquilo dedicado a la escritura, la filosofía y actividades sociales. Su vida adulta fue menos convencional, marcada por problemas de privacidad y el escarnio público al que fue sometido.

Según un estudio de 2011 del investigador Stephen Bates, en 1937, un artículo de la revista The New Yorker humilló a William James Sidis, describiéndolo como un “excéntrico fracasado“. Sidis demandó a la revista, dando lugar a una sentencia histórica en Estados Unidos sobre invasión a la intimidad.

A pesar de esto, la investigación de Bates sugiere que la prensa de la época no trató justamente a Sidis. Analizando el contenido del artículo de The New Yorker y otras noticias sobre Sidis, Bates identifica “antiintelectualismo, incluido el menosprecio de la masculinidad de Sidis, así como una falta de consideración hacia los expertos en psicología”.

Sus últimos años los pasó evitando a sus padres, enamorado de una mujer a la que no podía dirigir la palabra, ya que nunca tuvo una relación de pareja. Agobiado por la prensa y cuestionado por la sociedad, se negó a enlistarse en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, se declaró ateo y de izquierdas, participando en marchas políticas controvertidas.

En una de estas marchas, conoció a Martha Foley, una activista irlandesa de quien se enamoró. Atraída por su aparente soledad, Foley se acercó a él, rompiendo la timidez de Sidis y entabló conversación, a pesar de que él, ante la presencia de una mujer, no sabía articular palabra. Sidis encontró en Martha lo que le fue negado debido a la rígida educación que recibió en casa y disfrutó de una breve felicidad.

Sin embargo, su padre le prohibió seguir viéndola, y aunque Sidis cumplió, también dejó de visitar a su progenitor. Se encerró en su apartamento hasta que sufrió una embolia cerebral y falleció el 17 de julio de 1944. Lo encontraron una semana después, junto a una fotografía de Martha Foley entre sus pertenencias.

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