La lucha contra el crimen organizado es clave para proteger ITB BARQUISIMETO 02/11/2024

Los diálogos amazónicos de Belém, la primera cumbre atendida por representantes de alto nivel de los gobiernos de los ocho países que comparten la Amazonia en 14 años, culminó con una amplia declaración con mucho énfasis en los pueblos indígenas, la ciencia y cooperación regional.

La mera realización de un evento de tal envergadura es positivo, pero no será más que tinta sobre papel si no se desarrolla un plan con metas claras, una hoja de ruta y recursos para implementarlas.

Salvar a la Amazonia es una carrera contrarreloj. La peligrosa mezcla de cambio climático, economías extractivas y crimen organizado hacen que la mayor selva tropical del planeta enfrente una amenaza existencial. Los países son conscientes que con el liderazgo de Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro hay dos presidentes progresivos con una fuerte agenda ambiental, pero sobre todo saben que el clima geopolítico en América Latina puede cambiar rápidamente y que las oportunidades de supervivencia de la Amazonia se acercan a un punto de no retorno.

A pesar de las diferencias y tensiones entre algunos de los distintos países amazónicos, existe un aparente consenso sobre un tema compartido por muchos de los participantes indígenas y de la sociedad civil durante mi visita a la Cumbre en Belém: en la Amazonia hay una crisis de seguridad y se debe formular una respuesta contundente para contrarrestar el crimen ambiental y la violencia.

Gustavo Petro, quien apenas cumple un año de mando, sugirió un “tribunal internacional de justicia ambiental” y se atrevió a hablar de una OTAN amazónica de cooperación militar. Lula, por su parte, prometió desplegar más fuerzas de la Policía Federal por las fronteras en la Amazonia. “Estableceremos acuerdos con todos los países limítrofes”, afirmó Lula. “Nos comprometeremos firmemente a expulsar de nuestros bosques a los narcotraficantes, traficantes de armas y al crimen organizado en este país. Es una tarea que hemos asumido aquí”.

Los pronunciamientos son dramáticos y las estrategias de cooperación en seguridad implican muchos riesgos, sobre todo cuando involucran fuerzas armadas ya manchadas por abusos de poder y violaciones de derechos humanos. Es por esto que las estrategias de seguridad deben ser consultadas y consensuadas con poblaciones en la Amazonia y tienen que involucrar a agencias estatales no militares.

La amenaza que representa la presencia y acciones de organizaciones criminales es real, de hecho, junto con un grupo de periodistas hemos estado documentándola. Durante más que un año, lideré un proyecto —llamado Amazon Underworld— que involucra a casi 40 profesionales de medios de 11 países que viajaron a cada rincón de la Amazonia para documentar la presencia de grupos armados a cargo de economías ilícitas como la minería ilegal, el tráfico de armas y de drogas.

Lo que el equipo de Amazon Underworld encontró es escalofriante. Organizaciones criminales controlan la vida de poblaciones enteras, ignorando a la autoridad local o actuando en colisión con ella. Debido a la ausencia estatal, la presión violenta y la falta de economías formales: hombres, mujeres y niños a menudo no tienen más opción que trabajar como mano de obra de estas organizaciones y actividades ilícitas que están haciendo estragos en el medio ambiente. De hecho, encontramos grupos criminales en el 70 por ciento de los municipios que investigamos en las zonas fronterizas de los seis principales países amazónicos.

En las profundidades de la selva, y especialmente en las zonas fronterizas con mínima presencia estatal, la convergencia de actividades ilícitas con empresas legítimas y elementos corruptos presenta enormes obstáculos para el bienestar de la Amazonia, exacerbando el impacto perjudicial de la criminalidad sobre el medio ambiente y el bienestar de las comunidades locales.

La Amazonia se ha convertido en un lugar violento. En medio de la oportunidad de crecimiento de las carteras criminales, han llegado cada vez más grupos delictivos ajenos a la Amazonia. El atractivo de la ganancias ilícitas tiene un efecto cautivador en las bandas originalmente urbanas, como PCC y Comando Vermelho, provenientes de San Pablo y Río de Janeiro y grupos armados como las organizaciones guerrilleras colombianas.

Mayormente, los grupos armados inicialmente llegaron a la Amazonia para controlar el narcotráfico y por la coca, el ingrediente principal de la cocaína, pero se quedaron por el oro, la ganadería y los minerales —y también para lavar las ganancias del narcotráfico—.

Las fuerzas policiales no pueden ser excluidas de las redes del crimen organizado, lo que aprendimos por las malas cuando un equipo de la Policía Militar nos intimidó y obligó a entregar las tarjetas de memoria de nuestras cámaras fotográficas cuando viajamos por la Amazonia brasileña. Entramos en su dominio, donde tanto los criminales como los policías exigen a mineros ilegales pagos en oro para tolerar y proteger a esta economía ilícita que destruye la selva tropical.

Hasta ahora, las autoridades han fracasado estrepitosamente a la hora de hacer frente a redes delictivas cada vez más complejas que extienden su influencia por toda la región. Estas organizaciones transnacionales ejercen ahora una forma de diplomacia criminal que sin duda impresionaría incluso a políticos avezados, ya que forjan alianzas a través de las fronteras a pesar de sus diferencias culturales e ideológicas.

La escalada de violencia y la presencia criminal podrían poner en peligro la mera presencia de los Estados en la selva y el apoyo internacional a los proyectos de desarrollo económico, inclusión social y conservación en la Amazonia.

Pero no todo está perdido. La cumbre presidencial de Belém constituye una plataforma fundamental para iniciar el cambio. Existen numerosas medidas que los Estados podrían, y deberían, adoptar mejorando la cooperación e involucrando a las comunidades locales y a la sociedad civil.

Aumentar la presencia estatal en zonas remotas para promover la asistencia sanitaria, educación y desarrollo económico; desarrollar estrategias de cooperación efectiva entre las fuerzas de seguridad, así como abordar los flujos financieros detrás de los delitos ambientales y la corrupción son algunas de las medidas esenciales para garantizar un futuro más seguro y sostenible para la selva tropical.

Para mitigar el ataque a la Amazonia, la cooperación es clave y el tiempo se acaba.

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