La tuberculosis es una vieja conocida de la humanidad. Desde el fin de la emergencia por la covid-19, la tuberculosis se encamina de nuevo a su posición como primera causa infecciosa de mortalidad en el mundo: 1,6 millones de muertes y casi 11 millones de nuevos casos contabilizados en 2021. Es más, el brutal impacto del coronavirus en el control y tratamiento de la tuberculosis habrá de producir 1,4 millones de muertes adicionales por tuberculosis en los próximos cuatro años. En paralelo, la tuberculosis resistente a fármacos añade 450.000 casos anuales a la ‘’epidemia silenciosa’’ de resistencia antimicrobiana, un grave problema de salud y seguridad globales.
El tratamiento de la tuberculosis ha mejorado significativamente, pero sigue siendo largo y dependiente de un número limitado de fármacos. Estas dificultades se recrudecen peligrosamente en el caso de la tuberculosis resistente, como bien saben nuestros vecinos del este europeo, Ucrania incluida, donde la incidencia de tuberculosis resistente es de las más altas del mundo. En semejante contexto, los costes derivados de incumplir los objetivos internacionales para terminar con la tuberculosis se miden en millones de muertos y miles de millones de dólares para individuos, familias, sistemas de salud y economías. Como hemos aprendido con la covid-19, acabar con la tuberculosis será imposible sin vacunas que protejan a todos los grupos de población, frenen la transmisión de la enfermedad y permitan su control y erradicación.
La I+D en nuevas vacunas para la tuberculosis nunca ha superado los 120 millones de dólares anuales o, lo que es lo mismo, 500 veces menos de la inversión en I+D de vacunas contra la covid-19 en un año
Sin embargo, la única vacuna disponible actualmente contra la tuberculosis es la BCG, creada hace más de un siglo y capaz de proteger a neonatos y niños pequeños de formas graves de tuberculosis, pero no de la tuberculosis pulmonar a adolescentes y adultos, los principales transmisores de la enfermedad.
En 2018, los líderes mundiales presentes en la primera Reunión de Alto Nivel en la historia de Naciones Unidas sobre la Tuberculosis prometieron invertir 2.000 millones de dólares anuales (1.837 millones de euros) en Investigación y Desarrollo (I+D), incluidos 550 millones para vacunas. Cinco años después, esta ambición dista de realizarse: la I+D en nuevas vacunas para la tuberculosis nunca ha superado los 120 millones de dólares anuales o, lo que es lo mismo, 500 veces menos de la inversión en I+D de vacunas contra la covid-19 en un año.
El análisis de semejante discrepancia excede con mucho los límites de este artículo, pero basta decir aquí que para las ‘’enfermedades de la pobreza’’, de las que tuberculosis es paradigmática, resulta mucho más difícil atraer los recursos que los países ricos movilizan en cuestión de horas cuando se enfrentan a una catástrofe como el coronavirus. Estas inversiones, al fin y al cabo, son una fracción las pérdidas económicas producidas por la pandemia, que alcanzarán los 12,5 billones de dólares en 2024 y que hubieran sido muy superiores tanto en dinero como en vidas en ausencia de vacunas.
El caso a favor de la inversión en la I+D en nuevas vacunas contra la tuberculosis también está muy consolidado: su impacto se mediría en millones de vidas salvadas y miles de millones ahorrados. Por ejemplo, una vacuna con una eficacia del 50% en adolescentes y adultos prevendría 76 millones de casos y 8,5 millones de muertes hasta 2050, y supondría un ahorro económico de 13.100 millones de dólares. A más eficacia, más vidas salvadas y costes ahorrados.
España, a la vanguardia de la investigación en vacunas contra la tuberculosis
Pese a la crónica escasez de recursos, décadas de persistentes y brillantes esfuerzos científicos han producido una cantera de vacunas para la tuberculosis que, aunque limitada, cuenta por vez primera en la historia con varias candidatas avanzadas que podrían demostrar eficacia en los próximos años.
La única vacuna disponible actualmente contra la tuberculosis es la BCG, creada hace más de un siglo y capaz de proteger a neonatos y niños pequeños de formas graves de tuberculosis, pero no de la tuberculosis pulmonar a adolescentes y adultos, los principales transmisores de la enfermedad
Una de estas candidatas es MTBVAC, creada por el equipo de la Universidad de Zaragoza y actualmente en proceso de desarrollo industrial y clínico por la biotecnológica española Biofabri en colaboración con IAVI y TBVI. MTBVAC tiene varias características especialmente prometedoras tanto en su diseño, con un gran repertorio de antígenos del bacilo de la tuberculosis, que le conferiría mayor inmunogenicidad, como en su administración, que sería en dosis única, sin adyuvante y, por tanto, más fácil de producir, e implementar. Si MTBVAC cumple la promesa en los grandes y costosos ensayos finales de eficacia, una vacuna producida y desarrollada en España podría ser clave en el control de la tuberculosis global. Pero para ello, la comunidad internacional, España incluida, debe acometer urgentemente un esfuerzo conjunto de financiación y dotación de la I+D en nuevas vacunas contra la tuberculosis.
La hora de la verdad para las vacunas tuberculosis
Necesitamos nuevas vacunas contra la tuberculosis para evitar millones de muertes y miles de millones de pérdidas económicas, para combatir la resistencia antimicrobiana, y avanzar en la equidad y prosperidad globales. Ahora bien, no hay un solo país o institución que pueda ocuparse de esta tarea en solitario. La cooperación multilateral es crucial para mitigar riesgos y maximizar eficiencias, por ejemplo, a través de un mecanismo de financiación voluntaria mancomunado que garantice su desarrollo final, y el acceso global y asequible a las vacunas exitosas.
Este septiembre, líderes de todo el mundo, activistas, organizaciones, centros de investigación y personas afectadas por la tuberculosis se citarán en una nueva Reunión de Alto Nivel de la ONU sobre Tuberculosis. Esta reunión coincide, además, con la presidencia española del Consejo de la Unión Europea en el segundo semestre de 2023.
España tiene la oportunidad única de jugar un papel clave tanto desde la Unión Europea como desde el conclave de Naciones Unidas, apoyando un esfuerzo conjunto de gobiernos y partes interesadas que garantice el desarrollo acelerado de nuevas vacunas contra la tuberculosis como parte esencial de las agendas en salud global y desarrollo. Solo así podremos alcanzar la meta de erradicar finalmente esta vieja conocida del ser humano y terminar con siglos de sufrimiento innecesario.
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