Es probable que, a veces, te hayas sentido demasiado cansado, como si tu cuerpo se resintiera, aunque apenas te has movido en el día, incluso puede que te sientas mal físicamente, como si estuvieras enfermo y no existe una razón aparente para que estés así. Pues, es probable que todo esto se deba al estrés.
El estrés y nuestro sistema inmunológico
El estrés, provocado por preocupaciones, frustraciones o incluso cuestiones de salud, puede ser una respuesta común a estímulos tanto internos como externos. Es natural experimentar cierto nivel de estrés, ya que es la reacción del cuerpo frente a situaciones que se perciben como amenazantes, ya sea para la estabilidad emocional o física.
Cabe resaltar que cada individuo responde de una forma diferente a estas situaciones. Aunque en cantidades mínimas puede ser beneficioso, el problema surge cuando se convierte en una presencia constante en la vida diaria.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que el estrés afecta tanto la mente como el cuerpo. Mientras una dosis moderada puede ser útil, el estrés crónico, que se prolonga en el tiempo, puede resultar perjudicial para la salud física y mental.
Salud mental y salud física
De acuerdo a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, cuando es crónico, se sufre un aumento de cortisol y adrenalina. Esto puede afectar el control del azúcar en sangre, el metabolismo y la presión arterial, provocando dolores de cabeza, fatiga, desequilibrios en la presión arterial, así como dificultades en la concentración y la memoria.
El exceso de adrenalina, asociado a situaciones de alerta, también puede generar efectos adversos como taquicardias, hipertensión, ansiedad e insomnio si se presenta de manera prolongada, según la Ciencia UNAM.
Vivir en un estado de estrés prolongado puede suprimir las respuestas inmunológicas al reducir la cantidad de leucocitos B, según la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, debilitando las defensas del organismo contra infecciones.
Varios estudios han explorado la relación entre estrés y el sistema inmunológico, evidenciando una estrecha conexión, particularmente en el ecosistema microbiano, lo cual puede afectar el sistema intestinal. Esto solo confirmaría que la salud mental, está estrechamente conectada con la salud física.
Es crucial recordar que tanto la salud mental como la física son igualmente importantes y están interconectadas. El descuido de una puede desencadenar un impacto negativo en la otra, lo que subraya la importancia de atender y equilibrar ambas dimensiones para mantener un bienestar integral.
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