Con 13 años, Zoraide Gomes emigró, sola, desde el noreste brasileño hasta la ciudad de Río de Janeiro, al sureste. A dedo, viajó más de 2.400 kilómetros. “Cuando me fui de Praia do Janga (Pernambuco), donde me crié a base de agua, harina y coco, empezaba a huir de la miseria”, cuenta.
Una vez en Río de Janeiro, terminó viviendo en las favelas. Allí encontró un techo y redes de contactos que le permitieron conseguir trabajo. “Como empleada doméstica de ricos en Leblon [exclusivo barrio carioca], seguí pobre y sin derechos”, explica. No obstante, en la favela Morro dos Prazeres encontró parte de su identidad. Hoy, con 51 años, Gomes es conocida como Cris dos Prazeres. Realiza proyectos de sostenibilidad en diversas favelas de Brasil, como Rocinha, considerada la mayor de América Latina; o Maré, que se ve desde el avión justo antes de aterrizar en Río.
Gomes, aunque atareada en múltiples iniciativas, siempre está presente. Ejemplo de esto es un programa de empoderamiento de líderes en el que participó con alumnos de organizaciones como el Banco Mundial, el Gobierno de Canadá o el British Columbia Institute of Technology. Para concluir el programa y obtener la membresía de LEAD, un organismo consultivo de las Naciones Unidas, los estudiantes tenían que colaborar con líderes de favelas, como Cris. Así, por un lado, los líderes de estas organizaciones asimilaban la teoría estudiada. Sobre el terreno, a través de la práctica, aprendían a hacer proyectos diferenciadores. Por otro lado, los jóvenes de las favelas se empoderaban, adquirían conexiones relevantes y visibilidad para sus propias iniciativas. “Aunque la palabra empoderar ha sido prostituida, sí que creo que el camino para el impacto real y transformador es empoderar”, reflexiona. “Nos da las conexiones para que mejoremos nuestras vidas”.
Cris dos Prazeres ha fundado algunas ONG (Proa, Precisa Ser) y es una referencia en impactos auténticos. Su proyecto Reciclação recicló entre el 1% y el 4% de los residuos de Río en 2016, según una investigación de la Universidad Pontificia Católica local. “Nuestra fuerza motriz es el diálogo. En comunidad, creamos, implantamos y mantenemos Reciclação. El proceso de recogida y reciclaje es colaborativo y respetuoso con la naturaleza. Los que lideran el sistema meten la naturaleza en cofres bajo su lógica considerada desarrollada”, dicen entrecomillando con las manos. “Esta lógica es engañosa, consumista, egoísta y destruye planetas y personas”.
Esta lideresa comunitaria, a quien no le gusta el título, es intelectualmente tan activa como sus proyectos. Transita muchas esferas: Gobierno, multinacionales de Sillicon Valey, universidades… “Recibimos estudiantes de lugares como Harvard. Se presentan contando que quieren ayudarnos a mejorar nuestras vidas, adjetivando el liderazgo como colaborativo o compasivo, con palabrería como sostenibilidad, emprendimiento social, medición de impactos e indicadores… Conozco estas ideas. Quieren ayudar desde los principios que crean los problemas. No me suelo aguantar, y les termino preguntando: ¿Cómo percibes la idea de ‘humanidad’? ¿Puedes sentirla? ¿Puedes escuchar y colaborar, pero de verdad?”.
He sufrido prejuicio por ser negra y pobre, no sería justo que yo fuera prejuiciosa con los ricos
Cris dos Prazeres, activista brasileña
“Los estudiantes que vienen aquí son buenas personas”, señala. “Pero su educación les hace inconscientes de su arrogancia y de la relación directa entre riqueza material y pobreza humana: para que unos acumulen tantísimo, otros viven en la miseria. Vienen condicionados para colonizarnos con su percepción emprendedora, meritocrática y numérica del mundo. No perciben que aquí tienen que aprender humanidad, colaboración, pensamiento colectivo, generosidad, respeto y compasión verdaderos, no de PowerPoint”.
Vivir sobre el terreno la experiencia de colaborar, de verdad, ha contribuido a humanizar los alumnos. “Compartir momentos cara a cara reconstruye percepciones del otro”. Algo cambia en ellos, asegura. Y también en ella. “Estas experiencias me han regalado grandes amigos y aliados. He sufrido prejuicio por ser negra y pobre, no sería justo que yo fuera prejuiciosa con los ricos. Pero hay que reconocer el deshumano sistema que ha germinado en las universidades, liderado por los ricos. Los pobres, desgraciadamente, influeyen poco en el diseño del sistema social”, apunta.
Aunque su discurso esté permeado por pensamientos críticos y una conciencia afilada de la realidad, Cris dos Prazeres, siempre sonriendo, emana empatía y fortaleza en sus palabras y acciones. “Soy muy feliz. El asfalto [la parte formal de la ciudad] no entiende por qué somos felices aquí”, reflexiona. “He subido mucha cuesta de favela con garrafas de agua en la cabeza porque no había abastecimiento. Con las compras porque no entregan. Cargando material de construcción porque los coches no caben en nuestros callejones estrechos… Esto te fortalece porque te obliga a tener claro, cada día, que te puedes valer por ti misma. No necesito heredar de la familia capacidad para comprar horas de terceros. No nos afecta tanto que sociedad, empresas, gobiernos, agencias de cooperación y ONG externas, en el fondo, pasen de nosotros. Sentir la fuerza de una misma trae consigo capacidad de hacer, y felicidad. Aquí no hay antidepresivos.”
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